Bueno, pues aquí está mi obligado post de todos los veranos, que es en mi vida lo más parecido al posado de la familia real en Palma.
Como sabéis soy poco aficionada a desplazamientos masivos y, por extraño que a mucha gente le pueda parecer, mi preferencia es pasar el verano en Córdoba a 47 grados, disfrutando del éxodo general, bajando a la piscina comunitaria a bañarme, leer y refocilarme en la hierba como gato panza arriba sin incordios vecinales, y pasando el resto del tiempo tan ricamente en casita con el aire acondicionado, leyendo, viendo series y dándole mimitos a mi perra, que en mi mes de vacaciones disfruta a tope de tenerme casi solita para ella.
Entre mis aficiones veraniegas no está, como sabéis, hacinarme en ninguna playa rodeada de peña ni esperar largas colas en aeropuertos, estaciones y carreteras patrias o foráneas; ni hacer, deshacer y arrastrar maletas por esos mundos de Dios que prefiero visitar en momentos menos concurridos, si es que me da por visitarlos.
Sí están, en cambio, algunos pequeños vicios que poco a poco voy confesando por aquí a mis escasos pero selectos lectores. Y uno de esos placeres más o menos ocultos a los que puedo entregarme cuando me quedo sola en casa es ver episodios atrasados del First Date, que es uno de mis programas favoritos de la tele, pero que no puedo ver cuando están mis convivientes porque me ponen a parir, como un trapajo. Me dicen de todo menos bonita, que si vaya mierda, que si así tengo la cabeza, que si así va el país... En fin, que encima tengo que aguantar unas caras nada agradables cada vez que me han pillado in fraganti entregada a este vicio. Bueno, algunos de mis hijos también comparten esta afición, y en ocasiones la practicamos en familia, pero como no quiero delatarlos no diré nombres. La cosa es que suelo aprovechar las ausencias de los críticos acérrimos (aférrimos, que diría mi madre) para tirarme al barro y consumir con fruición este producto televisivo que tantos buenos ratos me ha dado y me da.
Como buena romántica empedernida que soy yo disfruto muchííisimo con las parejas de todo pelaje que se encuentran en el First. Y como chismosa de pro las charlas que tienen también me apasionan. No todas, hay algunas que son un huevo sin sal y que piensas que antes de pasar un rato con esa pareja preferirías hacerte el harakiri, pero hay algunas conversaciones tan sustanciosas que ni en los mejores guiones de la época dorada del cine podrías encontrarlas. Y aunque yo a estas alturas haya apostado por el más estricto, cómodo y saludable celibato no puedo evitar sentirme fascinada por la cantidad de personas que buscan desesperadamente el amor, un compañero de camino, alguien con quien ir de vacaciones, no sé, lo que sea que busquen, que de todo te encuentras en la viña del First.
La verdad, creo que a veces putean a la gente adrede. Por ejemplo, decidí escribir este post la otra noche cuando juntaron en la cita a un estudiante de Filosofía de 21 años que hablaba como Sócrates con una camarera de 19 que desconocía la práctica totalidad del vocabulario del muchacho. Me supo mal por la chica, porque la pobre confesaba sin ambages que no se enteraba de nada pero que le encantaba cómo hablaba el chaval, aunque ella no lo entendiera. Estaba embobada, porque además de que el nene hablaba como el oráculo de Delfos encima era guapérrimo, ese hijo que todas las madres quisimos tener, ese nieto que todas las abuelas... En fin, ese. Yo, que juego siempre a adivinar si van a querer otra cita, tuve claro que el chaval diría que no, pero no sabía hasta qué punto ella se daba cuenta de que no pegaban ni con cola. Hice mi apuesta y perdí. La chica dijo que le encantaría tener otra cita con el filósofo. Yo creo que no había hablado con un tipo así en su vida, estaba alucinada. Y de verdad, el chaval no era nada pedante, procuraba no usar términos muy abstractos, pero solo los conceptos que manejaba sobre sus expectativas vitales se escapaban por completo a la muchacha. Era tan encantador que fue delicado hasta para rechazarla. Le dijo que le había parecido maravillosa, que se lo había pasado muy bien (obvia mentira piadosa) y que le veía muchas cualidades pero (lo típico) que no había sentido eso que...
Bueno, aparte de estos casos que, estoy segura, los escogen a mala leche, porque esos chicos tenían tanto que ver el uno con el otro como una nécora con una acelga, y me pareció fatal porque fue muy bochornoso para la chica, normalmente sí hacen un esfuerzo de juntar a gente que tiene cosas en común. Los guapísimos y las guapísimas son un puro spoiler en sí mismos, se hacen ojitos desde el primer momento y no hay intriga ninguna. Siempre se van juntos después de haberse babeado mutuamente hasta dar mucho asquito. Yo aprovecho las charlas de estos para ir a mear, a ponerme la cena o a lavar los platos.
Pero con los que más disfruto, lo reconozco, son con tres grupos de personas: los jubilados, los de género fluido y los muy frikis. Vamos, la gente que verdaderamente lo tiene muy difícil y que están bastante desesperados y hartos de buscar y estrellarse contra el desamor.
Los comentaré por grupos, porque merece la pena distinguirlos sociológicamente:
1. Jubilados. Pueden ser viudos, separados o solteros, y cuando llegan al First muchos llevan siglos sin tener pareja. A algunos los traen sus hijos, supongo que un poco hartos de ser su único entretenimiento. La mayoría son muy tiernos. Ya a esas alturas no están por jugar a la impostura y se muestran tal como son. Casi todos llevan dentadura postiza y se les nota bastante. Yo con ellos me lo paso muy bien, es fácil quererlos y me tiro todo el rato deseando que se gusten, sobre todo si alguno me ha encantado y quisiera adoptarlo yo misma. El otro día había una señora que había sido pedagoga, muy timidita, llevaba años viuda, y nunca había tenido más relación que la de su marido. La llevaba su hija, que también buscaba novio, aprovechamiento máximo. El señor se enamoró nada más verla, estaba embobado con ella, pero yo tenía mis dudas a la viceversa, porque ella era muy educada y no daba muestras de nada. Su decisión era una incógnita, aunque yo estaba segura de que tenía que triunfar el amor. Al final cuando le dijo que sí, que quería otra cita, pegué un salto que ni en la final del Mundial que ganamos, oye. Siiiiiiiiiiiiii, esa es mi chicaaaaaaa! Eso le dije, y aplaudí con entusiasmo de fan entregada al máximo. Esas cosas que no puedo hacer libremente si la facción crítica del First pulula por la casa.
2. Los fluidos. También conocidos como no binarios. Esos que ni ellos saben lo que son ni mucho menos lo sabes tú. En realidad no quieren encasillarse en ningún sexo, hablan mucho con la e, y al verlos sería difícil adivinar qué clase de gente les gusta, si es que les gusta algo. Estos me apasionan porque para mí son todo un enigma. Incluyo aquí igualmente, aunque no sea exactamente lo mismo, a los que les da igual enrollarse con chico, chica o persona alternativa. Esa gente que dice: yo es que me enamoro de personas, me da igual el sexo. Ya digo, para mí son un enigma, porque nunca sabes qué les puede gustar. Y despistan un montón. Con éstos me equivoco muchísimo, pero bueno, es normal porque son equívocos en sí mismos. Al no poder clasificarlos claramente me pego unos palos que pa qué. Ayer sin ir más lejos llegó uno que tenía 19 años y era tal que Audrey Hepburn, con un vestido negro ajustado hasta las rodillas, un bolsito supermonísimo, maquillado perfectamente, como la Preysler en sus buenos tiempos. Le llevaron a un chaval también muy estilosillo, guapete, con bastante pluma, y parecía que tenían muchas cosas en común. Eran aficionados a lo esotérico, tenían gustos afines, se soltaron piropos mutuos a cascoporro, y hasta se besaron. Para alivio mío, fueron besos de lo más elegantes, bonitos y finos. Nada que ver con esos torniquetes que se suelen pegar muchas parejas gays en el First, que hacen que una sienta en la garganta hasta angustia como si te estuvieran metiendo la lengua a ti hasta la tráquea. Éstos no, estos se besaron como de peli no porno, de peli años 50 de ésas que los besos derriten sin dar repelús. Bueno, pues nada, al final Audrey dijo sí, y el otro dijo que buscaba algo más masculino. Planchazo nivel Dios que me pegué.
3. Frikis. Éstos son otros desfavorecidos del amor por antonomasia. Es muy difícil para un friki encontrar a otro friki como él, aunque tampoco me lo explico porque esta gente se mueve en redes muy cerradas y no sé cómo no encuentran a nadie que les guste en esos circuitos. La cosa es que me dan también mucha ternura porque entiendo que la mayoría han tenido que sufrir bullying en la escuela, como los de sexo fluido, y hasta bullying de los propios padres, que deben de pensar que tienen en casa a una especie extraterrestre que no sale de su habitación, de su play y de su portátil. Yo les cojo mucho cariño en el rato que los estoy viendo pero sinceramente no me gustaría que me hubiera tocado uno en gracia. Al revés que con los abuelos, que los quiero adoptar a casi todos, o a los fluidos, que también, a los frikis me gustaría darles un abracito pero no tenerlos en mi casa con sus colecciones invasivas de manga, de Disney o de Marvel. Ayer también hubo una cita de éstas. Él era un forofo del anime, no estaba dispuesto a relacionarse con nadie que a su vez no estuviera dispuesto a ver 25 horas al día de anime. Le deseé lo peor porque no se puede ir así por la vida. Pero luego llegó ella, friki de Disney, su peli favorita era "El rey León", y la chiquilla se enamoró de él con solo verlo. Y eso que bonito no era precisamente. Pero bueno, ella vete a saber lo que vio. No había tenido nunca novio, ni besos ni nada. Naturalmente quise adoptarla de momento, traérmela a casa y darle un cursillo acelerado de vida. Pero nada, ella estaba dispuesta a ver todo el anime que él quisiera y más todavía. Estaba dispuesta a embarrarse en anime por él. Sufrí mucho viendo esta cita porque me di cuenta de que a él ella le importaba una mierda y que sólo le interesaba si accedía amorosamente a sus exigencias. Me dio mucha penilla que la chica quisiera tener su primera experiencia amorosa con ese friki egoísta, egocéntrico y egocabrón que jamás iría a ver con ella una peli Disney. En este caso deseé fervientemente que él la rechazara, porque aunque pudiera dolerle, a la larga se iba a librar de un mierdecilla. Pero no, el tío cuando ella dijo que estaba dispuesta a ser cualquier cosa que él quisiera, con cierta displicencia dijo que bueno, igual podrían probar. Me quería comer la tele, palabrita. Pero ella estaba tan feliz de haber encontrado al capullo este que... crucé los dedos y le deseé íntimamente lo mejor.
En fin, y hasta aquí mis superaventuras de este verano, de momento. Pronto este vicio mío tendrá que volver a la clandestinidad, pero por ahora éstas son mis experiencias más apasionantes. Espero que vosotros estéis disfrutando de esos extraños gustos errantibundos que os llevan por esos mundos, maleta va y viene, y que volváis a casa sanos y salvos cuando os canséis de pasear vuestros culos compulsivamente por ahí como si no hubiera un mañana. Yo desfallezco sólo de pensarlo.