He sabido hoy que para el jueves nos quitan la mascarilla obligatoria en espacios abiertos. Hombre, qué bien, no??
Personalmente me ha dado bastante igual la noticia porque en ningún momento he respetado esta orden y para mí nada va a cambiar. Pero sí me ha parecido interesante comentar lo que esto me parece a efectos sociológicos.
Yo hace tiempo que decidí practicar la desobediencia civil ante órdenes absurdas que ni entiendo ni se basan en ningún argumento científico ni lógico.
Soy consciente de que en esta crisis sanitaria se han ido tomando decisiones sobre la marcha, que todos se han equivocado, que todos han arriesgado, que tanto la administración estatal como las autonómicas a veces han acertado y a veces han errado con torpeza. Mira, me da igual quién haya tomado las decisiones, sean quienes sean, yo hay algunas que he optado por ignorar por su propia gilipollez intrínseca. Y la de las mascarillas es una de ellas.
Desde hace meses, ya sabido el funcionamiento de este virus y cómo se produce la transmisión, que es por vía aérea en aglomeraciones y en espacios cerrados, dejé de hacer gilipolleces como lavarme las manos a todas horas o ponerme la mascarilla en la calle. Como no entra dentro de mis planes meterme en ningún tipo de aglomeración, creo que estoy a salvo de contagio por ese lado.
Mi peligro principal sé por dónde viene. He pasado todas las fiestas con hijos veinteñaeros que pasan como de la mierda de todo tipo de precaución. Se han metido en discotecas empetadas de gente sin mascarilla, se habrán enrollado con todo lo que se les haya puesto a tiro, y luego han venido a casa a comer, charlar, cantar y reír en el salón familiar. Vamos, que es puro milagro no haber pillado el virus estas fiestas ni ellos ni yo. Como comprenderéis si me he librado de eso no voy a ir por la calle con una puta mascarilla en la cara cuando me cruzo como mucho con 20 personas con las que es bastante sencillo mantener distancia de seguridad. Y una mierda!!
En mi barrio hay policías a punta pala porque resulta que tengo muy cerca a los municipales y porque además en la boutipan de abajo, no sé qué clase de pan maravilloso pondrán, que vienen todos los nacionales y municipales de la ciudad a desayunar, merendar y lo que se tercie. Pues bien, delante de todos ellos he pasado sin mascarilla y nadie ha tenido huevos de decirme que me la ponga. Algo me dice que no se creen esta mierda ni ellos. Y que no moverán ni medio dedo para que alguien que no la lleve se la ponga.
Los que no llevamos mascarilla simpatizamos entre nosotros por la calle. A pesar de que creo que la inmensa mayoría deben de ser militantes o simpatizantes de Vox en este aspecto estoy mucho más con ellos que con los obedientes ciudadanos que no se quitan la mascarilla ni para cagar, aunque estén de ella hasta la polla/coño.
Esta pandemia ha servido mucho para hacer ingeniería social. Hasta qué punto estamos dispuestos a obedecer lo que nos manden, por muy gilipollesco que nos parezca? Bueno, han probado y con nosotros han visto que estamos dispuestos a todo. Nos llegan a decir que vayamos por la calle a cuatro patas porque el virus no se transmite a ras de suelo y me apuesto la cabeza a que la mayoría de la gente lo habría hecho. Da una mijilla de miedo todo esto, la verdad.
Me congratulo de ser de los que he obedecido sólo en aquello en lo que he creído. No soporto la obediencia ciega, porque eso justamente es lo que en la historia ha llevado a cosas que todos recordamos y que son muy difíciles de justificar.
Ojalá fuéramos un poquito más críticos, menos borregos, menos sectarios, más libres. Dentro de la responsabilidad que nos compete, pero por favor, que estos experimentos para probar nuestra obediencia ciega, encuentren resistencia civil. Gente que se niegue, que no se deje putear sin sentido.
Valentía, resistencia. Sólo pido eso. Que no nos quitemos las mascarillas cuando nos lo permitan, que nos las quitemos cuando sepamos que no sirven para nada.
Oye, y también quien quiera seguir poniéndosela aunque ya esté permitido ir sin ella, que lo haga. Que nos sintamos libres para hacer lo que creamos mejor para nosotros. Hasta el coño de que nos digan lo que tenemos que hacer. A todos. A los que se las quieren poner voluntariamente y a los que queremos tirarlas al fondo de un pozo.
Mola la desobediencia, recomiendo la experiencia.