Hola amigos.
Hace tiempo que no escribo, pero es que he estado bastante liada. Entre que en mi nuevo trabajo voy a tope y prácticamente no tengo nada de tiempo, y que cuando estoy fuera me he enganchado al culebrón marea fucsia versus marea azul (sí, yo también he caído en las garras de la telemierda, y me declaro inequívocamente azul) pues eso, que no veo momento para sentarme y contaros algo. Tampoco es plan de convertir esto en un blog temático sobre el culebrón de Mierdaset que me apasiona ahora mismo, para mi vergüenza, así que prefiero comentarlo en Twitter y dejar este espacio personal para otras cosas.
Bueno, pues os cuento. Hoy he empezado mis vacaciones de verano. Gracias, sé que interiormente me estáis felicitando. Y ahora mismo veo por delante un maravilloso paraíso de relax, libertad y tiempo disponible totalmente para el asueto; promesas de lectura, escritura y suculentos placeres que probablemente al final del verano no se habrán cumplido en su totalidad. O sí, quién sabe?
Pero quería empezar dedicando un ratito a mi abandonado blog. A contaros cosillas, como por ejemplo, cómo sigo flipando en mi nuevo curro. Os juro que es la primera vez en años que llegan las vacaciones y no estaba completamente quemada, más que la pipa un indio, deseando que llegara el día. Y palabrita que en mi anterior trabajo no estaba mal en absoluto, al revés, estaba encantada. Pero me pegaba unos madrugones que pa qué, pasaba horas esperando trenes, que se me estaba poniendo una cara de Penélope que pa qué. Y en verano tenía que llevar en mi cesta de la bici un espray de agua para remojarme por el camino y no caer muerta. Vamos, que llegaba a ese soñado primer día de vacaciones totalmente reventada.
Hoy he salido del curro a la 1,15, lujazo máximo, y cinco minutos después me estaba tomando una cerveza con mis hijos en el barrio para celebrar el momentazo. Al fin libreeeeeeeee! Pero esta vez, la primera en años, no estaba agotada, no estaba loca por ver llegar este día. Al revés, no me hubiera importado seguir en esta tónica laboral y luego haberme tomado las vacas en septiembre. Puede dar asco y lo entiendo, tal como está este jodido mundo, pero es que tengo que decirlo. Es una experiencia nueva y necesito compartirla.
Las últimas tres semanas he trabajado de mañana y en jornada reducida de cinco horas. La hora de levantarme era perfecta, las 7, 35, puesto que normalmente estoy despierta mucho antes, y además en el verano cordobés apetece bastante salir de la cama y respirar aire fresco matutino. Si además vas a trabajar en bici y sientes ese airecito de primera hora de la mañana en la cara es un gustazo difícil de explicar a los que no lo hayan experimentado. Mola muchísimo, pero mucho mucho mucho.
Luego llegaba al curro. Apenas había usuarios, así que me dedicaba a mis libros, no paraba en toda la mañana, y se me hacía cortísima la jornada porque cuando acordaba no me había dado tiempo de hacer todo lo que me había propuesto. Cuando chapaba, cogía mi bici, llegaba a casa en un pispás. Cambiarme de ropa, ponerme el bikini, coger la toalla, mi libro, una cerveza y a la piscina. Chapuzón brutal, de cabeza al agua. Luego, tumbamiento, lectura y relax absoluto. Y pensaba: hosssstia, tía, esto es vidorra! Eres la puta ama! Pero la puta ama! Cómo coño no se te había ocurrido hacer esto hace años?
Entenderéis, pues, que no tuviera ninguna prisa en que llegaran las vacaciones. Bueno, también es verdad que yo en verano no me muevo de Córdoba. Supongo que la gente que está deseando coger vacaciones para largarse a otro sitio no puede entender esto. Pero es que yo aprovecho el verano para disfrutar de que todos mis vecinos se piran a sus apartamentos en la playa o donde quiera que se vayan, que se van todos en plan desplazamiento masivo, y me dejan las instalaciones de la Comunidad para mí solita.
Llevo años diciéndolo: Córdoba puede ser un paraíso en verano si estás en el sitio adecuado con las condiciones precisas. Yo lo estoy. Mi paraíso es ése: soledad, silencio, condiciones de vida óptimas y un nivel de preocupaciones cercano a la nada. Hay aparcamiento en todas partes, puedes ir de compras tranquilamente, incluso puedes ir a cenar a esos restaurantes que en cualquier otra época del año tienes que reservar con meses de antelación. Es la polla! Por nada del mundo jodería esa maravilla largándome a algún sitio vacacional rodeada de gente ávida de bullicio veraniego. Para mí no hay mayor placer que una refrescante piscina solitaria, un buen libro y el canto de los pajaritos como único sonido de fondo. Y mi perra en la terraza más a gusto que un arbusto.
Lo bueno de ser rarita es que en verano te reconcilias con el mundo, porque ellos se van, tú te quedas y piensas que la vida es realmente bella. Luego, cuando vuelven, hay un pequeño shock, es verdad, pero el impacto es mínimo porque lo hacen despacito, poco a poco, y apenas te das cuenta. Cuando acuerdas, están todos aquí y ha llegado el otoño. Pero te consuelas pensando que septiembre y octubre tienen un montón de fiestas y que pronto es tu cumple, qué coño! Y cuando menos te lo esperes la Navidad está ahí. Y te encanta la Navidad.
Hosssstia, cómo he llegado a la Navidad si estaba hablando de las vacaciones de verano?
Parezco la abuela Porretas, me enrollo como una persiana.
Bueno, en definitiva, que doy por inauguradas mis primeras vacaciones new life, que firmaría ahora mismo porque esta nueva vida fuera siempre así, y que os deseo a todos un muy feliz verano.