Uno de mis principales objetivos en la vida es dejar la menor cantidad posible de basura durante mi paso por el mundo. Vamos, emporcar lo mínimo, hablando en plata.
No soy ninguna fanática del cambio climático ni nada de eso. De hecho desde el punto de vista ecológico eso es lo que menos me preocupa. Me parece mucho más peligroso el daño inmenso que hace el hiperconsumismo, la cantidad de mierda que producimos constantemente, los desechos que creamos y que han terminado convirtiendo el planeta, los mares, los ríos, en estercoleros en los que es imposible la vida.
Por eso mi compromiso va más por producir el menor número posible de desperdicios y en contribuir en la medida de mis posibilidades a intentar concienciar a mi alrededor sobre la importancia de la gestión inteligente de residuos. Y lo hago con pequeños gestos que no cuestan apenas trabajo. Por ejemplo:
Llevo mi propio taper cuando pido comida para llevar.
Evito todo tipo de plásticos.
Reutilizo todo hasta que se cae a pedazos.
Uso jabón sólido en lugar de gel.
Uso cepillos de dientes de bambú.
Uso mascarillas de tela.
Compro bolsas de basura biodegradables.
Doy la ropa que ya no quiero para que la use otra gente y yo también compro bastante ropa usada.
Uso vidrios siempre que es posible en lugar de otros envases.
Llevo mi propia bolsa a la compra y reutilizo las bolsitas para coger fruta y verdura.
No tengo coche, me traslado en bici o andando, y si no hay más remedio uso transporte público.
En fin, que intento hacerlo lo mejor posible para no contribuir a engrosar el gran estercolero planetario. Tal es mi afán por el reciclaje que incluso he donado mi cuerpo a la ciencia para que antes de convertirme en residuo definitivo me puedan reutilizar todo el tiempo que sea posible.
Por eso me siento completamente desolada cuando veo que a mi alrededor a la mayor parte de la gente le importa un pimiento todo esto.
En mi biblio hay contenedores de todos los colores para reciclar pero los usuarios tiran la basura indistintamente en cualquiera. Joder, son personas muy jóvenes, se supone que deberían tener un mínimo de conciencia ecológica, no? Bueno, pues ni flores.
Consumen botellitas de agua de plástico a destajo. Con lo fácil que es traerte tu botella o tu envase de casa y rellenarlo con el agua del grifo, que es lo que hago yo. O si la quieres fría traerte un termo.
Más desolador todavía es ver que el servicio de limpieza echa todas las bolsas al mismo sitio. Me molesté en hacer unos cartelitos para pegarlos en los contenedores indicando el tipo de residuo, y luego voy y me doy cuenta de que las limpiadoras lo juntan todo después.
Es más, es que el concepto "ecología" no existe para ellas. Para que os hagáis una idea: en la máquina de café de la biblio hay una opción de sacar las bebidas sin vaso. Tú pones tu taza y entra directo el café en ella. Bueno, pues evidentemente yo hago uso de esta opción. No tengo necesidad ninguna de crear un nuevo residuo cada vez que me tomo algo. Bueno, pues sabéis qué? Que me preguntan las muchachas muy sorprendidas que por qué me molesto en poner mi taza cuando hay vasos de sobra en la máquina. Una incluso aventuró la teoría de que igual lo hago porque no me gusta el sabor a cartón. Mátame camión!
Es que se te cae el alma a los pies. Si somos tres gatos y medio los que tenemos un poco de conciencia ecológica y el resto van arrasando a su paso con todo lo que se pone por delante, nuestros esfuerzos no tienen sentido. Todas esas cosas que he enumerado antes para qué? Para qué mi cepillo de dientes de bambú? Para qué mi bolsa de la compra? Para qué mi taza en la máquina de café?
Pues básicamente para ganarme fama de rarita (aún más), de escrupulosita y de que no me gusta el café con sabor a cartón.