Manolo es pequeño, peludo, suave, tan blando por fuera que se diría todo de algodón, que no tiene huesos.
Bueeeeeeeno, sí, vaaaaaale, esto es un burdo plagio, pero es que aunque no sea un burro se adapta tan exactamente a mi Manolo que sencillamente, no he podido evitarlo. :(
Cómo explicarlo?
Manolo es ese individuo que viene conmigo a andar el tiempo que yo quiera y al ritmo que yo decida. Caminamos y caminamos sin que se produzcan silencios incómodos ni preguntas coñazo. Él nunca se queja si estoy poco comunicativa, ni me pregunta gilipolleces del tipo: "En qué piensas" ni hace comentarios vacuos para llenar el silencio. Respeta mis tiempos y mis estados de ánimo sin interferencias ni cuestionamientos.
El respeto es mutuo; yo también respeto sus tiempos. Por ejemplo, cuando salimos a andar vamos a mi ritmo, sí, pero yo voy pendiente de sus necesidades y de cuando en cuando me paro en un arbolito para que levante su pata y marque su territorio. Y como sé que tiene costumbre de cagar tres veces tres durante nuestros paseos estoy atenta para que lo haga con sosiego y sin prisas cuando noto sus inquietudes intestinales. Repito, son un respeto, una preocupación y una complicidad mutuos.
Manolo es ese individuo que me hace gracia cuando caga. Es, de hecho, el único ser vivo que me hace gracia cuando caga. Como ya he contado alguna vez es muy divertido. Él da tres vueltas sobre sí mismo y entonces se agacha y caga, ése es su ritual, y a mí me encanta. Y además no huele, por lo menos yo no lo huelo. Nunca antes nadie me había hecho gracia cagando, la verdad. Puede que haya quien al leer esto quiera imitarlo y dar tres vueltas antes de cagar para caerme en gracia, pero desde aquí ya aviso: NO VA A FUNCIONAR. Si lo haces de forma artificial, para resultar gracioso, no lo conseguirás. Eso o sale del alma de forma natural o siempre resultará forzado y poco espontáneo. Mejor que ni lo intentes.
Manolo es también ese individuo que se apalanca conmigo a ver una peli y no se queja porque sea un coñazo ni porque no sea graciosa ni porque se aburre. Le da igual, sólo quiere estar ahí calentito, acurrucado y tranquilo. No da por culo protestando: "Joder, vaya mierda de peli", o "Y esto era una comedia?", o "Pordiossss, qué truño, por qué no vemos Aída". No, Manolo se acomoda y respeta mis deseos, mis elecciones e incluso mis decisiones erróneas. Respeta incluso cuando elijo una película de culto, que son casi todas auténticos piñazos, pero él no dice ni pío ni guau; se limita a meterse debajo de su manta y pasa total. Eso no tiene precio porque no sabéis la de descalificaciones personales que a veces tengo que escuchar por mis elecciones cinematográficas más desgraciadas.
Que sí, que ya lo sé, que él lo único que quiere es estar calentito, que le den de comer y beber y que lo saquen de paseo. Y que el suyo no es un amor incondicional y desinteresado ni muchísimo menos. Lo sé, no soy una inconsciente ni una ingenua.
Pero oye, hay hechos incuestionables. Ahí está Hachiko, el perro japonés que después de morir su dueño fue puntualmente durante 10 años a la estación para recibirlo, hasta que él mismo murió una madrugada en ese mismo lugar. Incluso le hicieron una estatua en la puerta de la estación de aquel pueblito nipón.
Y ahí está aquel otro can que a la muerte de su amo se quedó a vivir en el cementerio y de allí no se volvió a mover nunca hasta que le llegó su propia muerte. Allí encontró su nuevo hogar y era alimentado por los trabajadores del cementerio y por los deudos de los difuntos.
Y como estos casos, a miles. Todos ellos sólo querían estar calentitos y comer y salir de paseo, pero cuando sus dueños murieron la vida siguió para el resto de la gente, el muerto al hoyo y el vivo al bollo; es ley de vida, es lo natural, es así y así tiene que ser. No podemos morirnos todos cuando se nos muere alguien querido, nuestra especie hace siglos que se habría extinguido.
Y sin embargo... ellos siguieron hasta el final esperando a sus dueños. Sin entender que nunca volverían, que se habían ido para siempre y que no los verían nunca más. Hay algo más precioso y menos práctico, racional y humano en este mundo?
Para quien tenga la menor duda, hay una peli sobre Hachiko, que se llama así "Siempre a tu lado (Hachiko)". La protagoniza Richard Gere. La peli como tal peli es una mierda sin paliativos, pero es que aquí lo cinematográfico es lo de menos; lo único importante es la historia de Hachiko, el perrito que fue capaz de recorrer miles de kilómetros para reunirse con su dueño. Bajársela es fácil.
Si alguien es capaz de verla sin derramar hasta el último moco de su nariz es que no tiene corazón ni sentimientos ni alma... ni perrito que le ladre.
Manolo, mi pequeño, peludo y suave Manolo, va por ti.