viernes, 3 de junio de 2022

Lo confieso, mi pensión me hace mu poca ilusión

Tengo una compañera en el curro que está en proceso de prejubilación, y ahora mismo está como muy pillada con el tema. La cosa es que no ve el momento la mujer. Normal, yo probablemente estaría igual en su lugar. Cuando ves algo tan al alcance de la mano... pues ya vives en un sinvivir.

Total, que a la muchacha le anima hablar del tema. Y claro, viene a preguntarme que yo cuántos años llevo cotizados y que si sé cuándo podría prejubilarme, que si tal que si cual. 

A mí es que me da la risa cuando la gente me pregunta estas cosas. Porque es que ni me las he planteado en la vida ni me las pienso plantear. Es que yo ni siquiera tengo claro que vaya a llegar a la edad de jubilación. O que no me vaya a jubilar antes de tiempo, como les pasó a mis padres, porque me dé un yuyu raro o algo. Vamos, es que pensar en algo que podría o no pasar dentro de un montón de años está fuera de mi filosofía vital.

Claro, se lo digo tal que así, con toda sinceridad, y la colega se queda como un poco a cuadros. Vosotros, los que me conocéis, ya sabéis cómo funciono yo mentalmente pero a mucha gente le choca que le digas que no tienes planes de futuro más allá de pasao mañana.

Como la veo muy ojiplática se lo intento explicar. Tampoco me gusta dejar a la gente así, chafada del todo. Le cuento que cuando tuve el cáncer, a los 34 años, yo realmente no pensaba que iba a cumplir los 40. Me di por difunta totalmente, teniendo en cuenta que al año siguiente del cáncer me tuve que someter a una mastectomía bilateral porque tenía un montonazo de bultos sospechosos y que además mi madre había muerto poco antes de la misma enfermedad. Vamos, que yo no daba un duro por cumplir los 40.

La principal sorprendida cuando llegué fui yo. Y ahí arrancó la carrera hasta los 50, que tampoco tenía muchas esperanzas de cumplirlos, la verdad. Además esa década "padecí" algo así como una segunda juventud y me volví a convertir en reina de la noche, "Dancing queen", "Living la vida loca". Vamos, que en vistas de que no esperaba llegar demasiado lejos en mi periplo vital digamos que no me corté ni un pelo y que me lo pasé bastante bien, quizás excediéndome un pelín por aquí y por allí. Y otra vez para mi sorpresa resulta que llegué a los 50, y lo celebré con una pedazo de juerga de ésas que hacen época.  Que me quiten lo bailao, qué coño!

Y ahí empezó la carrera hacia los 60, en la que estoy embarcada ahora mismo. Carrera que tampoco tengo yo demasiado claro que vaya a conseguir consumar. Es verdad que ya dejé la vida loca y casi todos mis vicios, ya sólo me he quedado con una moderada afición a la cerveza y al verdejo, pero vamos, entre mi genética poco alentadora y la vida destroyer que he llevado durante gran parte del tiempo, que alguna secuela habrá dejado fijo, no lo veo yo claro tampoco. Hay que tener en cuenta que mi madre murió a mi edad actual, llevando una vida de bendita santa y sin ápice de vicio en su historial, y mi padre 8 años después, a los 64.  Ambos se habían tenido que jubilar anticipadamente por enfermedad. Vamos, como para estar yo muy preocupada por mi jubilación!

Esto mi compañera se ve que no lo entendía muy bien. La pobre me animaba a confiar un poco más en mis posibilidades. Es difícil explicarle a la gente que para mí la sensación de impermanencia no supone ningún problema. Que ni me angustia ni me produce ansiedad ni nada. Al revés, me da paz. Simplemente soy una auténtica forofa del "carpe diem",  yo sé que hoy estoy aquí pero no tengo ni idea de si estaré mañana o de cómo estaré. No me interesa qué va a ser de mí a los 80 años, porque no creo que vaya a llegar ni tampoco tengo claro que quisiera. Si luego resulta que al final llego pues ya entonces, tras la sorpresa inicial, me plantearé qué coño hago.

Y lo mismo con la jubilación. Nunca he pensado en llegar, y mucho menos teniendo en cuenta que cada vez se pone la cosa más difícil, pero si al final resulta que llego pues ya veré. Todo depende de cómo llegue, en qué condiciones. Cómo voy a pensar ahora mismo en algo que no sé si va a pasar? Yo la verdad es que también alucino bastante al revés, con la gente que está todo el rato haciendo planes para cuando se jubile. En lugar de vivir y disfrutar del presente están todo el rato planificando el futuro.  No lo entiendo, la verdad.

Además, que es que a mí lo de llegar a los 80 o los 90 no es que tampoco me haga mucha ilusión. A ver, si llego como mi tía Estrella, que tiene 90, está como una rosa, es completamente independiente y tiene la cabeza mejor que yo, pues firmaría ya. Pero eso no suele ser lo normal. La mayoría de la gente a los 90 o se le ha ido la cabeza totalmente, o apenas puede moverse o se caga y se mea encima todo el tiempo. Vamos, que si ése es el plan y yo tengo la "suerte" de llegar ya me buscaré la manera de escaquearme de semejante planazo.

En definitiva, que yo vivo en una realidad totalmente diferente a la de la mayoría de las personas, y ni ellas me entienden a mí ni yo a ellas.  Hablamos distintas lenguas.  Hablarme a mí de jubilaciones es como hablarle a un chino de vacaciones. Es un contrasentido.

No es extraño que huya tanto de la gente. Si es que no tengo nada que ver con nadie. Me siento como Gurb, el extraterrestre.

Por ejemplo esta semana, sin ir más lejos, he tenido un momento de pánico brutal. Estaba en la terraza de la cafetería de la Facultad, comiendo tan ricamente mientras leía un libro, y se me planta un tío al lado de pie a fumar. Y con horror me doy cuenta de que me está hablando!! Yo con mis auriculares puestos, procurando marcar territorio. A mí jamás se me ocurriría hablar con alguien que estuviera comiendo y además leyendo. Salvo por fuerza muy mayor, un incendio o algo así, no me acercaría ni harta vino. Es una cuestión básica de educación y de no invasión de espacios, creo yo. Podría estar interrumpiendo abruptamente un momento mágico en la lectura, especialmente sugestivo o emotivo. 

Bueno, pues claro, tuve que quitarme un auricular y preguntarle amablemente qué decía.

- Hombre, que dejes el libro a la hora de comer, que la hora de comer es para comer.

- Comooooooooorrrrrrr????

Ya me fijé en su cara y lo reconocí, era un usuario habitual de la biblioteca. Por un momento sentí verdadero terror de que se me emperchara. Con un comentario como ése no sería de extrañar. Además estaba toda la terraza vacía y el tío se había puesto justo en mi árbol a fumar. Evidentemente pretendía pegar la hebra. Es mi cruz.

Mira que no me gusta ser maleducada con la gente, pero este tipo de peligros hay que solventarlos radicalmente y sin dejar lugar a dudas. Ni le contesté, me volví a poner el auricular y seguí leyendo, o al menos intentando leer. Porque ya no podía concentrarme sólo de pensar en que no hubiera captado mi indirecta y que siguiera erre que erre. Ya sabéis, la noche que me dio el tío del tambor.

Recuerdo cuando iba a Rabanales en el último vagón del tren, en el sexto cipote, y se me ponía alguien enfrente con intención de entablar conversación, que me plantaba el libro delante de la cara, y aunque lo pasaba fatal porque no me gusta hacer ese tipo de cosas (digámoslo claro) de tía borde, es que era cuestión de vida o muerte, era en defensa propia. Porque sabía perfectamente que una vez que le diera cuartelillo ya estaba perdida para siempre, y no tendría salvación. Aquello de más vale ponerse una vez colorá que ciento amarilla.

Pues con este usuario me ha pasado lo mismo. Tenía que cortar el peligro en seco y no le dije ni mu. Una cosa es ser amable y servicial en el trabajo y otra muy diferente tener disponibilidad amistosa fuera de él. Por suerte no soy autónoma ni empresaria y me puedo permitir el lujo de no compadrear con mi clientela fuera del trabajo.  Y el muchacho pilló onda, se fumó su cigarro rápido y se piró. No os podéis ni imaginar el suspiro de alivio cuando me volví a ver totalmente sola.

O sea, mi ratito de comer, que para mí es sagrado. Mi momento de tranquilidad, que aprovecho para leer o para ver algún vídeo de mis youtubers favoritos, que me siento siempre en el sitio más alejado del mundanal ruido, me planto los auriculares para aislarme... me vas tú a decir que no leaaaaaaa???? Y cuál es el plan alternativo? Hablar contigo???????? 

Esa es otra cosa que nadie puede entender, como lo de la jubilación y la impermanencia. La mayoría de la gente siempre está buscando a otra gente para no comer sola. Igual que buscaban en el tren a alguien con quien hacer el trayecto de cháchara. No les cabe en la cabeza que haya personas como yo que gustan de viajar solas o de comer solas, en definitiva, que gustan de la soledad.  Los solitarios somos gente muy incomprendida. Y hay que ser muy tajante para no dejar lugar a dudas y no dar ni la menor oportunidad de emperchamiento. Y se pasa mal, palabrita. Porque yo no soy así, y si no eres borde de nacimiento cuesta mucho interpretar el papel. Pero repito, es cuestión de vida o muerte. Sabes que es esa vez, sólo esa vez, y ya has sembrado el terreno para no tener que volver a pasar por lo mismo.

A ver, que a mí, como a todo el mundo, me encanta comer con mi familia y con mis amigos. Tampoco soy tan rarísima. Es más, es de las cosas que más me gusta hacer en el mundo, comer y conversar con la gente que quiero.  Algunos se sorprenderían de mi capacidad de palique y de turboverborrea cuando estoy en mi salsa. Pero tanto me gusta eso como aborrezco tener que comer o conversar con gente con la que no me apetece.  

Por eso siento que gasto gran parte de mi energía y de mi tiempo en vivir a la defensiva, intentando protegerme de situaciones que me violentan. Sorteando peligros, eludiendo situaciones incómodas, inventando estrategias, buscando desesperadamente la soledad como los perros buscan los culos de otros perros.

Sé que autista no soy. Lo he hablado con mi hija, que es experta en el tema y me ha descartado del club.  Por lo visto no cumplo con muchos de los requisitos. Vaya por Dios! No encajo en ningún colectivo definido. Pero bueno,  si no lo soy sí que los entiendo muy bien. Entiendo perfectamente lo que es sentirte un bicho raro, y que constantemente se invade tu espacio. Y refugiarte en tu mundo, en tus cosas. Tipo avestruz, si yo no los miro ellos no me ven.

Si no estoy en el espectro autista sí que estoy seguro en algún otro espectro de gente rara.  O soy una mezcla de espectros. Medio hiperactiva, medio autista.  O algo que esté por inventar.  Vete a saber!

Estoy rodeada de libros de psicología. Me quedan algo así como mil años para jubilarme, si es que llego. Tengo tiempo de sobra para estudiar qué coño soy.

No es coña. Es un buen plan para mí. Libros y silencio, mi paraíso. 

Yaaaaaa, vale! Cancún mola más. 

Pos to pa vosotros.  Pasadlo bien. Bye bye, see you!

5 comentarios:

  1. Imagino que ya de antemano eres consciente de que por lo general, es bastante poco probable que la conversación de alguien te parezca más estimulante que lo que estés leyendo o viendo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. En general mis propios pensamientos me parecen más estimulantes que la mayoría de conversaciones.

      Supongo que ése es el problema, que yo conmigo misma me lo paso lo bastante bien como para no necesitar a nadie más.

      Eliminar
  2. "En general mis propios pensamientos me parecen más estimulantes que la mayoría de conversaciones."

    Juro que no dejo de darle vueltas a esa frase. Me viene a la cabeza en los momentos menos esperados. Me parece tan triste pero tan verdad...

    ResponderEliminar
  3. ¿Será síntoma de soledad, de no sentirse comprendido o de alguna postura de ver la vida que puede que se me escape por mi edad?

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Bueno, yo más bien lo veo como un síntoma de autosuficiencia. Me entretengo bastante conmigo misma, me lo paso bien.

      No conozco la palabra aburrimiento. Siempre tengo algo que hacer, hay cientos de cosas que me gustan: bailar, pasear con mi perra, montar en bici, leer, escribir, tuitear.... El mundo me parece un sitio muy divertido sin necesidad de relacionarme con nadie.

      Eliminar