viernes, 20 de mayo de 2022

Cambiemos el escenario con un post bibliotecario

Aviso desde ya, éste es un post básicamente bibliotecario. Vamos, que igual no le parece demasiado interesante a gente que no sea del gremio. Pero bueno, si quieres seguir porque sientes curiosidad, no seré yo quien te quite las ganas.

El personal bibliotecario se divide en dos clases: los diógenes y los tiradores. Vamos, los partidarios de acumular cosas hasta ser sepultados por ellas y los que no ven el momento de tirar a la basura todo lo que se les ponga por delante, sin piedad ni compasión de ninguna clase.

Yo soy de estas últimas. Tanto en la vida personal como en la profesional. Yo, por ejemplo, voy por mi casa y procuro no mirar a ninguna parte. Voy cerrando puertas de habitaciones ajenas. Me contento con tener en orden y en el máximo minimalismo decorativo el salón comunitario y mi habitación y cuarto de baño. En el resto de la casa no miro. Para qué sufrir en vano? Cuerpo, no sufras!

Si por mí fuera lo tiraría todo. Ya he contado otras veces por aquí los disgustos tan tremendos que he padecido por tirar cosas por mi cuenta y riesgo. Hubo un tiempo en el que aún tenía esperanzas de mantener la casa ordenada y en condiciones y no me daba la vida para tirar cosas. Hoy he sucumbido a la realidad de que nunca lo conseguiré y ya simplemente voy cerrando puertas y dejando que la naturaleza siga su curso. Virus, bacterias, hongos, polillas... Yo ya con que mis aposentos estén presentables me conformo.

En fin, a lo que iba. Que mi naturaleza ordenada y tendente a la practicidad choca inevitablemente con el carácter mayoritario del personal bibliotecario, más bien propenso a la conservación y acumulación de... mierdas.

Esto es una lucha a muerte. Es como la guerra calor-frío en todos los trabajos. Aire acondicionado a tope sí o aire acondicionado no; calefacción sí o calefacción pa qué. Esta lucha también existe en mi gremio, no os vayáis a creer, pero se queda muy corta con respecto a la guerra entre diógenes y tiradores. Y ya si se junta un caluroso diógenes con un friolero tirador...  eso es la muerte.

Como buena tiradora, yo soy partidaria de mandar a la mierda todo lo que no se use. Me gustan los lugares claros, diáfanos, espaciosos, libres... con las cosas justas que precisa la gente, en nuestro caso, los usuarios.

Sé que hay muchas personas que sienten total aversión por tirar libros. Por qué? Si un libro no se ha usado nunca no sirve para nada, y si se ha usado muchísimo y está hecho un asco, ya ha cumplido su función en la vida. Y, salvo que se trate de ejemplares únicos imposibles de encontrar en otro sitio, no tiene ningún sentido conservarlos.

En mi mundo ideal de economía circular esos libros deberían dejarse "olvidados" en parques, avenidas, bares, comercios de todo pelaje... Para ser usados por otras personas.  Yo lo he hecho a menudo con mis libros y revistas. Dejarlos por ahí, al azar, por si alguien quería llevárselos.

Otros los venden por Internet o los llevan a librerías de viejo. Vale, eso está bien, pero todos sabemos que la mayoría de esos libros jamás serán comprados por nadie. Hablamos de cientos y cientos de volúmenes que ya no interesan ni a su madre.

Pues no pasa nadaaaaaaa! No dejan de ser papel, y el papel se recicla. Si un libro ha cumplido ya su función vital ponlo en el contenedor del papel sin ningún remordimiento, porque cientos de editoriales se nutren de ese papel reciclado para volver a imprimir nuevos libros que volverán a apasionar a otras personas, a venderse y a perpetuar el ciclo de la vida libraria.

Bienvenidos al mundo del reciclaje. Yo lo veo como algo maravilloso. Tiras algo inservible para crear algo nuevo. Tiras cientos de mierdas que hace dos siglos que nadie ha pedido en la biblioteca para que te lleguen nuevos materiales que la gente pedirá ávidamente.

Bueno, pues no. Seguimos en un mundo diogenésico. Tirar libros cuesta más que cagar a un estreñido.

En mi biblio, actualmente, estamos en proceso de terapia bibliotecaria. Durante muchos años la diogénesis hizo que se acumularan kilos y kilos y kilos y kilos de papel completamente inservible, salvo para los bichos que acuden raudos a este tipo de material. Y cuando digo kilos quiero que penséis en algo mucho más fuerte, quiero que penséis incluso en... toneladas. No exagero, de verdad.

Ahora, por fin, se está llevando a cabo un proceso de salubridad bibliotecaria. Que no llega ni por asomo al punto que a mí me parecería mínimamente satisfactorio. Porque yo... lo tiraría todo, sin miramientos. Adiós, adiós, adiós, adiós. "Qué lástima pero adioooooooós!", como dice la canción.

Yo haría un expurgo ahí que se reciclaría papel para miles de millones de libros, carpetas, archivadores y paquetes del Amazon. Yo es que me volvería to loca tirando cosas. Esto pa fuera, esto pa fuera, esto pa fuera, esto pa fuera... To pa fuera. Los de Cáritas se iban a poner finos conmigo.

En la biblioteca sólo se queda lo que le interese a la gente, lo demás a tomar por culo. A regalarlo a los amigos. O a dejarlo por ahí en los bancos de los parques, aunque sea para que alguien tenga papel para limpiarse el culo, sabes? Darle utilidad a las cosas, darle vida.

Y lo de las donaciones qué me dices? Eso es que es otro mundo. Esa gente que se le muere el abuelo o que mismamente se jubila y decide donar todas sus pertenencias documentales a una biblioteca...Por favooooooor, no lo hagáis! No lo hagáis! Porque los diógenes lo cogen todooooooo! Y todo es todooooo!

Porque puede ser que entre todas vuestras pertenencias haya efectivamente cuatro cosas que sean interesantes para la biblioteca. Que no tengamos nosotros ni tenga nadie más, que sean curiosidades literarias, incluso alguna que otra joya de la corona. Oye, que hay cositas por ahí que merecen la pena. Pero hosssstia, no me metas todo el pack! Desde "La Celestina" de Austral que te obligaron a leer en el insti a la enciclopedia Salvat que tiene en su casa hasta la Potota! Nooooo, por favoooooor! 

En fin, que yo últimamente vivo un momento profesional de gozo y esplendor porque estamos en proceso de tirar, tirar, tirar y tirar. Desde luego no hasta el punto que a mí me gustaría (Ayyyyyyy, si yo fuera jefa, cuánto papel no se reciclaría en este país!), pero sí aceptablemente. Que me lo estoy pasando bien, vamos.

Todo esto no es más que un sencillo desahogo profesional. Llevo toda mi vida laboral rodeada de diógenes, y esto para una tiradora nata como yo es muuuuuuy duro. Por suerte ahora estoy disfrutando de algo hasta ahora desconocido para mí, la satisfacción de mandar a mejor vida aquello que ya no sirve para crear vida nueva.

Como decía el Rey León... Es el ciclo sin fiiiiiiiiiiiiiiin que lo envuelve todoooooooooooo... 

Pos eso, coño, que tiréis las cosas. Que no pasa na!

1 comentario:

  1. Déjalos mejor en los bancos, a alguien le podrá interesar. Yo siempre que me encuentro libros así los inspecciono y si me llama me lo llevo (aunque luego si me mudo de habitación, lo que suele pasar como una vez cada ocho meses me acabo llevando solo lo imprescindible)

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