viernes, 5 de abril de 2019

Rompiendo el silencio

Hay una nueva sección en eldiario.es que se llama "Rompiendo el silencio". Vendría a ser una serie de confesiones abiertas en la línea que marcó en su día el conocido movimiento #MeToo. Se trata de mujeres que relatan algún episodio de su vida sexual en el que hayan sido víctimas de abusos sin ser plenamente conscientes en su momento de que lo estaban siendo.

Ayer una muchacha contaba cómo siendo estudiante en un Colegio Mayor una noche ligó con un pollo que le propuso ir a su habitación "a ver una peli", y una vez allí, después de tontear un rato y manifestar ella su deseo de marcharse, el tipo le dijo que de eso nada, que sin hacerle una paja no se iba. Y así fue, el tipo prácticamente se echó a sí mismo la paja pero con la mano de ella, que no lo había hecho nunca y por tanto no sabía, y cuando eyaculó por fin la dejó irse y ella fue corriendo a su habitación, donde les contó lo ocurrido a sus compañeras de piso, que la escucharon, la consolaron y le quitaron importancia al incidente, como algo que le ocurre alguna vez a todas las tías. Total, que ella olvidó el asunto y sólo ahora, a raíz del #MeToo ha sido consciente de que fue víctima de un abuso sexual y por eso se ha decidido a compartir la experiencia.

Hay varias cosas en este relato que me parecen interesantes:

Lo primero decir que efectivamente casi todas las tías hemos pasado en algún momento de nuestra vida por una situación de éstas, o por varias. La mayoría hemos normalizado este tipo de experiencias desagradables como parte del aprendizaje de la vida. Puede que no tuviéramos que hacerlo así pero lo ponemos al mismo nivel que las resacas de las borracheras o que cualquier otro aprendizaje vital que suele hacerse a base de hostias y de pruebas de ensayo-error. Poco a poco nos damos cuenta de qué actitudes no se deben de tener con los tíos y qué precauciones básicas hay que tomar cuando nos relacionamos con ellos. Bien es verdad que no todos los muchachos son como el becerro este, pero  mientras los esfuerzos educativos que se están haciendo por sensibilizar a los chicos en la idea de igualdad no den frutos probados yo recomendaría a todas las tías que siguieran tomando precauciones básicas en el trato con el sexo opuesto.

La cuestión es que la propia muchacha que cuenta esta experiencia reconoce que se olvidó del hecho y que no le dio mayor importancia en lo sucesivo.  Es decir, no quedó traumatizada  por el incidente ni condicionó su vida de otra forma que no fuera la de servirle de aprendizaje para no volver a irse alegremente a la habitación de otro chaval "a ver pelis". No deja de ser una historia chunga y poco memorable pero sin mayores consecuencias.

Lo que me llama la atención de este caso (que creo que se da en otros muchos) es el proceso de "victimización en diferido" que ha llevado a cabo la chica en cuestión. O sea, ella en su momento se pegó el disgusto, se lo contó llorando a sus amigas pero tampoco le dio mayor importancia, no se consideró víctima de nada. Lo arrinconó en su memoria junto con otras tropecientas experiencias chungas de todo tipo: malos rollos con amigas,  alguna que otra hostia de los padres,  borracheras que terminan en vomitona, drogas que te han sentado como el culo, indigestiones varias, desengaños amorosos, etc.  Una anécdota desagradable más en el curriculum de cagadas. Y sin embargo surge un movimiento nuevo y un montón de tías famosas empiezan a confesar públicamente experiencias similares y, de repente... voilà! Te das cuenta de que...  eres una víctima!!!!!! Hosssstia, si soy una víctima!!!!!

Y a partir de ahí se crea una corriente de opinión que consigue convertirnos a todas las mujeres en víctimas, porque efectivamente en nuestro recorrido vital es muy probable que se haya producido algún hecho de estas características, algo que en su día nosotras consideramos poco más que una anécdota sin más pero que ahora cobra la categoría de hecho significativo que nos concede la condición de... (oh cielos!) VÍCTIMAS.

Sinceramente no entiendo esto de las victimizaciones en diferido. O un hecho condiciona tu vida o no la condiciona. O algo te ha marcado profundamente o no te ha marcado, o sólo muy superficialmente. Esa afición tan extendida actualmente de pertenecer a algún colectivo de víctimas choca de frente con mi concepto de la vida, en el que las víctimas son personas desgraciadas que han tenido la mala suerte de pasar por un trance especialmente doloroso y nada envidiable. 

A ver si se me entiende. No pretendo en absoluto quitarle importancia a este tipo de hechos. Si en el tiempo actual a una muchacha le sucede algo de esto, con la mentalidad que tenemos hoy en día y la sensibilización social que existe al respecto, veo completamente normal que se denuncie al individuo en cuestión por abusos sexuales. Porque hoy SÍ entendemos esos comportamientos como delictivos. Y aunque no puedo estar de acuerdo en que se pidan mil años de cárcel por una cosa así, sí que creo que al individuo en cuestión habría que darle un correctivo y, sobre todo y más importante, obligarle a someterse a cursos de concienciación para que no vuelva a actuar en lo sucesivo de esa manera con ninguna otra mujer.

Pero lo que no me cabe en la cabeza es que esos acontecimientos ocurridos en el pasado, cuando no existía ni mucho menos esa conciencia social ni las personas (hombres y mujeres) nos comportábamos en nuestras relaciones de la misma manera que en la actualidad, den lugar a estas víctimas retardadas que de repente se autoconvencen de que han pasado por una experiencia traumática por la que en realidad no han pasado.

Porque en esos tiempos efectivamente la tía que tonteaba con un tío sin llegar a consumar era considerada por la práctica totalidad de tíos y tías como una calientapollas. Y el que más y el que menos ha usado alguna vez esa palabra en su vida.  Qué os voy a contar, si yo en su día fui la más calientapollas de España! Y la que mantenía relaciones promiscuas era considerada un putón, un zorrón o una fresca en el mejor de los casos, que por cierto también pasé yo por la fase esa zorril, anda que me iba yo a perder algo! En fin, una mentalidad afortunadamente superada y socialmente repudiada  hoy en día pero que entonces era de lo más normal. Ningún tío pensaba que cometiera un delito por pretender llegar "hasta el final" si una tía había estado tonteando con él, al revés, el comportamiento censurable era el de ella, que lo había "provocado" para luego dejarlo con el calentón.  Pos no me llevé yo broncas por eso de mis propias amigas! Y en nuestro lenguaje de aquellos tiempos si un tío había  ido más lejos de lo que tú querías eso se llamaba "propasarse".  Ojo, no estoy hablando de violaciones! Que eso ya es capítulo aparte.

Del mismo modo que no se pueden juzgar los hechos históricos del pasado con los ojos y la mentalidad de nuestros días, tampoco se puede victimizar a la gente por cosas que en su momento eran de lo más corrientes y estaban totalmente asumidas como normales.

Pero ni en el terreno sexual ni en ningún otro. Tampoco entonces existía conciencia animalista y se veía completamente normal que en los circos se explotara a los animales, que los padres llevaran a sus hijos a los toros y hasta que se tiraran cabras desde el campanario de las iglesias, cosas que hoy en día a cada vez más gente le parecen aberrantes. O arrearle a un niño con la correa, que era un uso habitual hace unas décadas y que sin embargo ahora es inaceptable. O fumar como un carretero en una habitación con niños. Joder, se fumaba en las aulas e incluso en las habitaciones de los hospitales!  Los tiempos han cambiado muchísimo por fortuna y la sociedad de hoy no tiene nada que ver con la de los 70 o los 80. En algunas cosas para mal pero en la mayoría para bien, porque los valores actuales están mucho más comprometidos con el respeto a las personas independientemente de su sexo, color, religión, procedencia o adscripción política y con el respeto también a los animales.

Por eso, queridas, no, no somos víctimas de nada. Yo no  he sido víctima de abusos sexuales porque entonces eso no era considerado como tal. Ni he sido víctima de malos tratos porque mi padre o mi madre me arrearan con la correa alguna vez, porque entonces eso no eran malos tratos, y no estoy en absoluto traumatizada por ninguna de esas cosas ni voy a tachar a estas alturas a mis padres de maltratadores. 

Una cosa es que con eso del #MeToo a todo el mundo le haya dado por contar públicamente historias truculentas que ocurrieron en el pasado, lo cual puede ser positivo para concienciar a la gente sobre el cambio social tan profundo que se ha producido y sobre lo poco deseable que sería retroceder, y otra muy distinta esta victimización en diferido que tanta ilusión parece que les hace a muchas tías. Que ya son ganas de ir por la vida de víctimas, eh?


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