jueves, 30 de noviembre de 2017

Samanta y sus chiflados

Me pongo a ver un programa de Samanta Villar sobre la belleza. Bueno, ése es el título que lleva el capítulo pero además de alguna que otra reflexión sobre la cirugía estética y los cánones de belleza y cosas así, la tía saca a una cantidad impresionante de pirados que ponen los pelos como escarpias.

Hay una tía que lleva tatuado el 90% de su cuerpo porque quiere figurar en el libro Guinness como la persona más tatuada del mundo. Lleva tatuados hasta los globos oculares. Sí, de rosita. En el programa sale la loca esta tatuándose la vagina, que es de las pocas zonas del cuerpo que no se había tocado. Para más inri la tía, al mismo tiempo que se va haciendo nuevos tatus, se está borrando los de la cara porque dice que está aburrida de ellos y tiene ganas de verse el rostro al natural, como era antes de empezar a masacrárselo.

Pero con todo lo rara y repugnante que resulta la tía esta, no es ni mucho menos lo peor. Bastante más espeluznante es una pareja que despierta repulsión y fascinación a partes iguales. Resulta que al tío le pone inflarla a a ella comer y ponerla cada vez más gorda. No un poco gordita y curvilínea, no; obesa de obesidad mórbida. La tía pesa 140  kilos pero cree que aún le faltan unos cuantos más para estar a su gusto, no se sabe si el de ella o el de él.

Por lo visto (yo de esto no tenía ni idea) hay tías que se graban en youtube comiendo como cerdas todo el día para que la gente vea cómo engordan. Comen en pelotas para que su público vea las lorzas bien, las carnes desparramándose, capas de carne fofa superponiéndose unas a otras. Algunas tienen bastantes seguidores. Sin comentarios.

La pareja esta muestra a las cámaras una sesión supuestamente erótica de lo que es su relación. Primero van al supermercado y compran juntos, como un ritual, alimentos hipercalóricos de todo tipo: carnes rojas, hidratos, dulces, batidos... La gracia consiste en meterle a ella del tirón en el cuerpo unas 6.000 calorías, una bomba que podría matar a una vaca. Primero la muchacha come "normal", en la cama, él metiéndole con una mano bocados de todas las cosas que han comprado y con la otra mano tocándole la barriga para comprobar cómo se va hinchando poco a poco, porque por lo visto esto le excita y le pone como una moto. Luego él coge una especie de sonda y se la mete por la boca y la sigue cebando a base de batidos hipercalóricos. Y ella se los traga obedientemente. Juro que no me estoy inventando nada.

El espectáculo, como dije, es al mismo tiempo repulsivo e hipnótico. Mi hija se tapaba los ojos con asco pero de vez en cuando abría un par de dedos para mirar porque realmente resultaba difícil tanto verlo como dejar de verlo. Yo no podía apartar la vista a pesar de sentir una repugnancia absoluta. Cuando habían terminado con lo que ellos llamaban "la sesión" se tumbaban muy juntitos y él le tocaba compulsivamente la barriga inflada. Es de suponer que eso es lo que ellos entienden por tener sexo porque esa muchacha no estaba para que le metieran en el cuerpo más nada.

Digo que el espectáculo resultaba a la vez asqueroso y fascinante porque la autodestrucción siempre lo es. Esa chica sabía que lo que estaba haciendo la podía matar, bien a largo plazo, bien de un infarto súbito. Por no hablar de la cantidad de enfermedades crónicas que puede padecer. Pero le daba exactamente iguaaaaaaal! No me quedó muy claro si todo eso lo hacía por ella misma o por satisfacerlo a él. En cualquier caso hay que estar muy mal de la cabeza.

En cuanto al tipo si ella explotara en alguna sesión de éstas no creo que la llorara más de dos días, hasta que encontrara a otra subnormal dispuesta a ponerse como una vacaburra para gustarle. Ni siquiera haría falta que explotase. Si algún día ella decidiera parar de hacer esto no me cabe la menor duda de que dejaría de sentir el menor interés por ella y se buscaría ipso facto una sustituta. Es difícil valorar quién está peor, si ella o él. Aunque la principal perjudicada sí está mucho más claro.

En fin, viendo todo esto, una no puede sino llegar a la conclusión de que esta sociedad ya ha llegado al límite de lo decadente. La gente necesita cada vez experiencias más bestias porque las normales aburren.

Como ya he dicho en mi post anterior creo que la única salida a todo esto es la autodestrucción de la especie, la extinción por propia imbecilidad. Esa muchacha puede morir de una explosión calórica pero lo cierto es que todos los demás podemos morir igualmente en un mundo en el que la gente vota masivamente a locos con un poder infinito, que pueden destruirlo todo de un plumazo con solo apretar un botón.

Quizás fuera lo mejor. Al menos no nos iríamos suicidando lenta y dolorosamente. Un solo click y... a tomar por culo. Todos flotando en el espacio junto con los cachitos de butifarra, hamburguesas y pasteles que duermen en el estómago hinchado de esa pobre imbécil a la que su novio ceba para que se le levante la polla.

Así está el mundo. Es la crónica de una muerte anunciada.

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