martes, 27 de septiembre de 2016

Dormir

Me gusta muchísimo dormir sola.

Es algo que he descubierto ya de mayor porque entre unas cosas y otras yo nunca había tenido una habitación para mí sola.

En casa de mis padres compartía dormitorio con mi hermana y cuando me independicé empecé a compartirlo con mi novio, y así fue durante más de 30 años, hasta el día en que empecé a gozar del inmenso placer de disponer de una habitación individual.

Sinceramente, tras haber probado las dos experiencias, no me cabe en la cabeza que haya nadie en el mundo que quiera compartir su habitación con alguien, y mucho menos su cama.

En eso estoy al cien por cien con María Teresa Campos, mi modelo a seguir en el tránsito a la vejez desde que se enamoró de Bigote Arrocet y se quitó 40 años de encima de un tirón.

María Teresa comparte su maravilloso dúplex con su novio, pero tiene muy claro que no comparte dormitorio. Cada cual tiene el suyo propio y luego me imagino yo que para sus cosillas se juntarán de vez en cuando, lo justo para consumar su pasión otoñal pero sin que le dé tiempo a ninguno de los dos a sentir ese momento pánico que suele sentirse cuando te das cuenta de que hay alguien en tu cama y que lo que realmente quieres es que se vaya a la suya.

Yo iría aún más lejos. Creo que sería interesante y apropiado, aunque tengas novio, que cada cual viva en su casa y dios en la de todos. No veo ninguna necesidad de tener que compartir sofá todo el tiempo con alguien ni de que cada vez que te levantes para hacer uso de tu libre albedrío haya alguien que te pregunte dónde vas.

Si llevas toda la vida conviviendo con la misma persona, bueno, se puede soportar, porque los años provocan que ya no se haga ni caso a lo que hace el otro. Pero en una relación reciente, como es el caso de Campos, es una verdadera pesadilla que cada impulso individual de aislamiento tenga que ir acompañado de una profusa explicación, del tipo:

- Mira, es que me apetece irme un rato a ver una peli en el ordenador. O a escribir. O a ver el debate de Gran Hermano. O a leer guarradas.

No, me niego.

Pero bueno, en principio este post no iba de convivencia sino de dormir.

Desde que duermo sola he descubierto que tengo una capacidad infinita de expansión corporal. En verano concretamente me abro de brazos y piernas en diagonal sobre la cama, ocupándola por entero de un lado al otro. Es como una especie de defensa, como que mi cuerpo quiere decir: aquí no cabe más nadie, ni te acerques porque muerdo. Y luego, así en forma de aspa, voy dando vueltas alrededor de la cama, unas veces poniendo la cabeza aquí y otras allá y un brazo en esta punta y una pierna en aquella. Mi capacidad de movimiento nocturno también es inmensa.

En invierno, en cambio, me hago un cucurrito en mi lado, me minimizo al máximo, me refugio bajo el edredón, bien forradita de arriba abajo, con mis mallas, mis calcetines gordos y mi jersey polar. Por nada del mundo querría que ninguna otra persona levantara el edredón por el otro lado para acostarse o para levantarse o simplemente para darse la vuelta. Cada vuelta que se da alguien en la cama en invierno levanta casi un huracán que puede destrozar por completo el calorcito que la otra persona atesora como oro en paño.

Por eso, de verdad, no me explico que haya gente que quiere compartir su cama. Entiendo que haya quien quiera echarse pareja para salir de paseo, charlar, follar, viajar, ir de tiendas... en fin, para un montón de actividades... pero no para dormir. Dormir es algo tan personal e intransferible, tan íntimo. Es como si me dijeran que alguien busca compañía para cagar, porque no le gusta hacerlo solo. Pues me parece igual de aberrante.

Pero bueno, tiene que haber gente pa to. Yo desde luego aporto aquí mi testimonio de persona que ha experimentado las dos cosas y que sin duda ninguna opta por la alternativa del sueño en soledad.

10 comentarios:

  1. Creo que en alguna ocasión te lo he dicho o mejor escrito, que estoy casado en segundas nupcias. Pues mira por donde a la conclusión que tú has llegado llegué desde mi más tierna infancia. Es por ello que siempre he dormido solo, salvo en hoteles, casas ajenas y aposentos similares. Al principio, a mis chicas le resultaba extraño, si bien una explicación detallista y sensible llegaba hacer comprender mi postura. Pasado el tiempo no solo estaban encantadas, también me decían que era un tipo muy, muy inteligente (pasaban de no querer contarlo a nadie por miedo a pensar que dirían de la relación, a ir vociferándolo a los cuatro vientos como un hecho moderno y estupendo). Y eso mismo me sucedió antes con algunas de mis primeras novias cuando surgía la ocasión de dormir “juntos”, lo que pasa es que en esos casos era ciertamente más complicado disponer de dos camas/ habitaciones.

    En lo que no estoy en absoluto conforme es con el tema de no convivir. La convivencia es para mí esencial, básica, primara y la única forma de saber si tu pareja es lo que verdaderamente quieres y deseas. Piensa que yo ahora convivo durante las 24 horas del día con mi chica, pues trabajamos uno al lado del otro. El único problema es la hiper dependencia que ambos tenemos. Si hacemos algo a solas o con otros lo pasamos fatal. Juntos, ya sea viendo la tele, de cañas, tirados por el suelo, bailando delante del espejo, paseando, potreando, duchándonos, jugando, leyendo..., no necesitamos a nadie. Esa vinculación hubiera matado a la mayoría (nosotros no somos especiales), pero por manos del destino se han combinado dos seres que en ese hipervínculo se han dado unas condiciones de estrechez y unión brutal. Si paseamos no paramos de hablar de mil cosas. Si nos tomamos algo cerramos los bares. Ya no quedamos con nadie pues nos aburrimos con ellos. Total que solo pensar que nos ocurra algo malo a alguno de los dos..., no podemos ni pensarlo. Mi enfermedad la he intentado casi anular o ocultar y ella ha hecho lo que yo le dije. Lo nuestro es raro, sí. Los sábados, el que se levanta antes busca al otro golpeando suavemente en la puerta de su habitación diciendo “hay un niño/niña en la puerta” y entonces el otro contesta pasa niño/niña y... Un saludo

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    1. Martínez, estas cosas se avisan. He estado a punto de vomitar, te lo juro.

      Es coña, ya lo sabes. Si de verdad tienes una relación así te felicito porque debe de ser la hostia.

      O no, yo qué sé. Tampoco yo estoy muy segura de que quisiera algo así para mí. Esa dependencia tan fuerte... ufffffff!!

      Pero bueno, lo importante es que para ti es genial y es lo que quieres.

      De todas formas, te alabo el buen gusto de que hayas sabido "educar" a tus parejas en lo de "ca uno en su cuarto y dios en el de todos".

      No todas las tías habrían entrado por ahí; conozco a bastantes que lo hubieran considerado un insulto o un agravio o directamente maltrato psicológico. Hay gente pa to.

      De todas formas, felicidades por tu exitosa relación, y espero que a tu chica le dures muuuuuuuucho muuuuuuucho tiempo.

      Bueno, y a mí, que después de la espantada del vencejo ya creo que eres mi único fan, jajajaja.

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  2. Por cierto, que sepas que ella no es mucho de internet ni móviles ni nada de esto, pero le he leído en varias ocasiones algunos artículos tuyos y se monda de la risa. Te aprecia también mucho. Le suelo hablar de ti como la gran mujer que eres.

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  3. Opino igual. Incluso teniendo pareja es necesario ir a tu bola, pasar el tiempo como te apetezca sin necesidad de dar justificaciones. Por muy queridas que sean las personas de tu entorno o por mucha atracción que pueda haber compartir espacio y/o tiempo en exceso (entiéndaseme bien) conlleva al agobio.

    La 'dependencia' a alguien como tal creo que se da en personas con baja autoestima, de excesiva inseguridad.

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    1. Yo no sé si es un tema de autoestima o de inseguridad, no me atrevo a afirmar algo así, pero sí sé que yo no podría soportar una relación tan absorbente y a tiempo completo como la del amigo Martínez.

      Pero tiene más que ver con que a mí me gusta mucho la soledad, me gusta un montón estar y hacer cosas yo sola conmigo misma: leer, escribir, hacer gimnasia, bailar... hay muy pocos ratos al cabo del día en los que necesite compañía humana. Entonces lo de compartir toooooooodo mi tiempo con alguien que se pegue a mí como una lapa me parece más espeluznante que otra cosa. Creo que me volvería loca.

      Pero bueno, parece que a Martínez le funciona y no se siente agobiado. Genial. Hay personas que tienen pánico a la soledad y que sienten un terrible horror vacui ante el silencio.

      Lo bueno es que como no comparte dormitorio siempre puede encerrarse en el suyo de vez en cuando y tener ratillos de aislamiento. Como mínimo las noches, algo es algo. Parece un poco más llevadero.

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  4. Compartir el despertador puede ser un suplicio cuando la otra persona es de esas que se dicen "un ratico más", y lo atrasa cinco minutos para que vuelva a despertarte a ti una vez más (aunque tú tengas todavía dos horas por delante antes de levantarte).
    Cada relación es distinta, cada persona, cada etapa en la vida. A veces te molesta el contacto con unos pies fríos en la cama. A veces, los echas de menos.

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    1. A mí una de las cosas que más me gusta, por lo inacostumbrado, es quepuedo encender la luz por las mañanas, que siempre he tenido que ir a tientas al baño a vestirme con la ropa que previamente había puesto allí la noche anterior.

      Eso de levantarte y veeeeeeeer!! Y no ir con miedo de despertar a nadie... Ufffffff, qué pasada!!

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  5. Yo pensaba como vosotros, pero hoy en esto de las relaciones no sé nada. Es todo tan posible y único que generalizar es absurdo. Que seamos todos felices. Por cierto, Inma, piensa si no tuvieras hijos si seguirias pensando igual en relación al la convivencia. Es posible que sí.

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    1. Martínez, mis hijos ya practicamente no viven en casa, y casi no les veo el pelo.

      Mi gusto por la soledad es intrínseco, lo llevo en el ADN.

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