sábado, 26 de noviembre de 2011

Estafa peluqueril

Necesitaba urgentemente un corte de pelo, pero mi bolsillo, muy sensible a esto de la recesión, se resistía. Hasta que paso por la peluquería de mis sueños y veo la oferta-milagro: corte para señora o caballero, 10'50.  Avenida de Manolete, frente al Santander: la solución a mis problemas capilares. Por supuesto, entro de inmediato, pregunto si la oferta incluye lavado y peinado y me dicen que sí. Vale, pues dame hora.

Y allá que fui toda entusiasmada: lavado, corte y peinado. Cierto que mientras la ayudante del peluquero me lavaba la cabeza me preguntó, creí yo que por atención, si solía usar suavizante o mascarilla. Pues sí, algo de suavizante para desenredarme. Vale. Todo estupendo... hasta la hora de pagar. 20'50, me pide el estilista. "Cómooooooooooo?", pregunto yo horrorizada. "La oferta no era 10'50????'. "Sí, pero te he echado crema".

Ajajá, a ver si lo entiendo. Pones una oferta en el escaparate de lavado, corte y peinado a 10'50, pero luego me echas un pegote de crema suavizante y la broma asciende al 100% de la oferta????? Qué me has echado? Crema o caviar de Beluga?

Los pagué, y prometo que no discutí. Eso sí, mi cara de estupor, pasmo, indignación e incredulidad no la pude remediar. Porque, con la que está cayendo y la gente que tiene lo justo para vivir, cómo alguien puede poner una oferta en la puerta de su negocio para engañar vilmente al pobre que pica? Yo, por suerte, me puedo permitir esos 20 euros, aunque si de entrada hubiera sabido que me iban a cobrar eso no habría ido a esa peluquería jamás; pero cuánta gente no acudirá a esa llamada porque es el único precio que puede pagar para adecentarse el pelo? Cómo puede una persona cobrar el doble de lo que promete en estos tiempos, en los que hay quien lleva en el bolsillo la cantidad exacta de lo que va a comprar?

Durante el tiempo que pasé en este lugar, el peluquero se estuvo quejando de la cantidad de negocios de su mismo ámbito que había por el barrio para una clientela limitada. Pues bien, estoy de acuerdo, pero espero sinceramente que en la lucha por la supervivencia empresarial los que sobrevivan sean los negocios honrados que dan lo que prometen y no los que llevan a cabo prácticas fraudulentas como el suyo.

En fin, pagué religiosamente, como ya he dicho, pero por supuesto ese peluquero ha perdido una clienta segura. No hará falta que jure que por ese lugar, literalmente, a mí no me van a volver a ver el pelo.

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