Me he resistido mucho a escribir sobre este tema por simple hartazgo pero ha llegado un punto en el que no he podido aguantarme más. Porque cuando se ataca desde altas instancias mediáticas y gubernamentales algo tan imprescindible en democracia como la libertad de expresión se me revuelven las tripas y la conciencia.
Supongo que a estas alturas estaréis todos al tanto de la polémica que ha suscitado el último libro de Juan Soto Ivars, titulado "Esto no existe: las denuncias falsas en violencia de género ". Con la mera lectura del subtítulo es fácil imaginar por qué se ha liado la que se ha liado. Por desgracia aún hay temas tabú en la sociedad que no se pueden ni nombrar.
Confieso que no he leído aún el libro pero como si lo hubiera hecho porque me he tragado enteritas por Youtube varias presentaciones en las que se pormenoriza dato por dato y capítulo por capítulo. No obstante mi pretensión es leerlo en cuanto pueda. Lo he pedido en la biblioteca y espero que lo compren, aunque he podido comprobar en un reciente viaje por tierras norteñas que en casi ninguna librería se atreven a exponerlo, a pesar de que va ya por la sexta edición, que se está vendiendo mayoritariamente por Amazon.
De puta madre. Por un lado reivindicamos las librerías físicas para que la gente acuda en persona a ojear y comprar y por otro censuramos libros que mucha gente quiere leer y que al final tiene que comprar sí o sí en la denostada Amazon. Yo he llegado a preguntar por él en algunas librerías y me han dejado claro que ni está ni "es posible" pedirlo. Amazon se ha convertido hoy por hoy en la Francia de la dictadura, esa frontera que hay que cruzar para poder ver la pecaminosa escena de la mantequilla de "El último tango en París". Pa mear y no echar gota.
Pero es que además son gilipollas, porque si algo ha conseguido siempre la censura es que la gente tenga muchas más ganas de acceder a lo prohibido. Qué será eso tan peligrosísimo que no quieren que vea?? Joder, habrá mayor incentivo en el mundo??
Soto Ivars empezó a sospechar hace años que las cifras que se daban sobre denuncias falsas en violencia de género eran materialmente imposibles y se puso a investigar sobre ello. Mucho antes que él personas muy importantes del mundo de la judicatura ya habían dado la voz de alerta sobre los peligros que podía conllevar la ley. Y no estamos hablando de "machirulos" retrógrados del heteropatriarcado judicial, sino de juezas progresistas como la ex-alcaldesa de Madrid Manuela Carmena o como la defenestrada María Sanahuja, decana de los juzgados de Barcelona, miembro destacado de la Asociación "Jueces para la democracia", cuya fulgurante carrera fue destrozada y ella misma relegada al olvido tras poner en duda algunos de los preceptos de la mencionada ley.
Una ley que, por cierto, en ningún otro país de Europa ha sido secundada. Nadie ha querido copiar el modelo. Por qué será? Pues básicamente porque nadie se ha atrevido a sacarse de la manga un delito de autor en el que hay clara diferencia de trato y de penas según el sexo del que lo comete. Igual que en otras leyes, como la del matrimonio igualitario, hemos sido pioneros y en otros países nos han seguido con entusiasmo, en este caso nadie lo ha hecho, y las feministas francesas y alemanas no estuvieron dispuestas en su día a apoyar semejante dislate legal. Así que nos hemos quedado solos con una ley que en principio parecía ser la rehostia y ha terminado convertida en una excentricidad a la que ninguna otra quiere parecerse.
En el libro no se niega en ningún momento la violencia de género. Sólo el marco jurídico montado a su alrededor. Se plantea como aberrante que el asesinato de dos mujeres sea tratado de forma diferente según la pareja sea hombre o mujer. O que violencia vicaria sea la ejercida sólo por el hombre contra hijos, mascotas, parientes o nuevas parejas, pero nunca si quien realiza estos actos de venganza pertenece al sexo femenino. Critica igualmente que por la sola denuncia se le puedan quitar los hijos a un hombre. Que en caso de agresión mutua se resuelva siempre antes la de la mujer. O arbitrariedades tales como el hecho de que se pueda otorgar la residencia a una mujer extranjera por el mero hecho de denunciar por violencia de género sin que haya ninguna otra prueba. Y esto es así, funciona así, sin más. Quienes acusan al autor de negacionista por expresar sus discrepancias no están informando, están descalificando sin argumentos. La superioridad moral no sustituye al análisis ni convierte una opinión en verdad.
Juan Soto habla de una ley ideológica que recrea un arquetipo de mujer maltratada o de hombre maltratador, según el cual lo mismo es el tipo que asesina a su mujer brutalmente como el que en el transcurso de una discusión la insulta o se defiende de una agresión de ella, por ejemplo, con un empujón. Son casos muy dispares que van a parar a los mismos juzgados y que se juzgan en función de los mismos planteamientos legales.
El autor defiende que la ley por supuesto tiene cosas positivas, por ejemplo, que ha servido para concienciar a la sociedad sobre el problema de la violencia contra la mujer hasta el punto de que hoy en día se considera como uno de los delitos que más rechazo social generan, junto con la violación o la pederastia. Pero a la vista está que no ha dado los resultados que se esperaban de ella, porque como ya expuso el sociólogo Amando de Miguel en su día, no aborda las verdaderas causas de la violencia en la pareja, al atribuirla en exclusiva a la cuestión del género, pudiendo además crear un nuevo tipo de víctima al poner en manos de las mujeres un arma fácil de usar en caso de separación conflictiva. Los mismos argumentos que también arguyeron Manuela Carmena y la magistrada Sanahuja. Esta última se dio cuenta al poco de entrar en vigor la ley de la cantidad exagerada de denuncias que de repente empezaron a ponerse, muchas de las cuales eran archivadas por motivos muy dispares. Y al denunciar el hecho se buscó la ruina profesional.
Soto Ivars habla no solo de denuncias falsas sino también de denuncias instrumentales, que son aquellas que sin ser falsas se usan para obtener algún tipo de prebenda en caso de divorcio, por ejemplo, o algún otro beneficio laboral o social. La mayoría terminan en absolución o en archivo porque lo que hacen es judicializar por lo penal lo que es una pelea de pareja sin más. Y ahí está el principal problema, que se toman medidas cautelares durísimas igualmente en el caso de una pelea en la que ha habido insultos o un empujón que en el caso de un asesino sin escrúpulos.
Cómo sabe el autor que las cifras de denuncias falsas son mucho mayores de las que se dan?? Pues entre otras razones porque leyendo sentencias absolutorias y autos de archivo en las que los propios jueces en los hechos probados dejan claro que es imposible el hecho que se denuncia por encontrarse el acusado en otro sitio o por cualquier otra razón similar, luego resulta que esas sentencias no son investigadas ni están entre las cifras oficiales como falsas.
Soto Ivars también es muy crítico con la posibilidad de una próxima ley de violencia vicaria, que ya está en proyecto, y que considera igualmente injusta. La violencia vicaria también está considerada un delito de género por lo cual sus medidas protectoras solo se aplicarían a los niños víctimas de padre pero no a los de las madres. Otro delito de autor en el que el niño es considerado una especie de prolongación de la madre.
Más anomalías de la ley: las parejas homosexuales tampoco están incluidas. Cualquiera diría que fuera del mundo hetero todas fueran parejas idílicas y que no existiera violencia en ellas. Pero claro, es muy difícil encontrar estadísticas fiables porque igualmente tampoco se contabilizan. Y lo que no se cuenta no existe, como ocurría antiguamente con la violencia contra las mujeres.
No pensemos que este problema solo afecta a los hombres sino que también es doloroso para muchas mujeres, que son madres, hermanas, parejas de esos hombres injustamente denunciados. Pero además las propias mujeres maltratadas son las principales perjudicadas puesto que los recursos de protección de los que dispone la Administración son limitados y todos los que se emplean en denuncias falsas o insustanciales se están dejando de aplicar a las que realmente los necesitan. Hay mujeres que sí están en grave peligro que no están siendo protegidas porque esos medios están usándose en otra parte. Por no hablar de los otros grandes perjudicados, los niños que pierden a sus padres para siempre, siendo finalmente inocentes del delito del que fueron acusados.
Algunos critican este libro porque dicen que da munición a la extrema derecha. El propio autor lo niega. Si el resto de los partidos no se dan por enterados de este problema son ellos los que están dejando que sea la ultraderecha la que lo monopolice. La culpa es de los que miran para otro lado, no del que habla abiertamente del problema e intenta dar a conocer los datos. La munición está ahí para que la recoja el que quiera. Si resulta que solo la recoge Vox los demás tendrían que plantearse por qué.
Para terminar decir que el libro ha sido publicado por la Editorial Debate, del grupo Random House, la mayor y más prestigiosa que existe en lengua española sobre temas divulgativos. No es una editorial cualquiera, ahí no publica ningún colgado dispuesto a escribir tontamente sobre algo.
Habría que plantearse antes de intentar quemar o prohibir libros si la supuesta superioridad moral de los inquisidores puede convertir su opinión en verdad absoluta y quitarnos a los demás la posibilidad de abrir nuestras mentes a algo tan sano y enriquecedor como es la sagrada duda.
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