viernes, 24 de enero de 2020

Ecoansiedad

Bajo cargada con un montón de basura, el paraguas, la perra pegándome tirones con la correa.... Llego a los contenedores. Tiro primero al de orgánica una caja de cartón con restos de un tronquito navideño de chocolate y a continuación la bolsa correspondiente, que pesa un huevo. En esto que de la bolsa de papel en la que llevo los vidrios se me cae al suelo un bote y se rompe en pedazos. Estrés máximo, me quedan aún dos botellines de cerveza. Los tiro al contenedor de vidrio y busco el de papel para echar la bolsa, y entonces me doy cuenta de que está en la otra punta. Hossstia, maldición, he tirado por error los dos botellines al de envases e inertes, me cago en to mi nación!!!!!!!!

Y empieza mi ataque de ecoansiedad.

Me cago en to, he tirado dos botellines nada menos, dooooooos, al contenedor de plásticos. Estoy a punto de hiperventilar sólo de pensar en el tremendo daño que he hecho al medio ambiente. El tremendo daño que he hecho a la humanidad en general. Dios mío, si me viera Greta Thunberg!!

Miro a la Bimba con resentimiento. Hijaputa, ha sido por tu culpa, que estás como una puta cabra, venga a pegarme tirones con la correa. Normal que se me haya caído el bote de vidrio y me haya puesto nerviosa y ya no viera dónde tiraba los botellines. Ten perra pa esto! Venga a tragarme programas del "Encantador de perros" y luego me lleva la mía por la calle como puta por rastrojo.

Por un momento tengo que resistirme a la tentación de meterme dentro del contenedor a recuperar las botellas para tirarlas al sitio adecuado. Rechazo la idea porque mi asco a lo que pueda haber ahí dentro supera en medio punto a mi conciencia ecológica.

Me alejo consternada de la escena del crimen. Voy todo el camino rumiando mientras se me representan mentalmente esas dos botellas intrusas mezcladas con todos los envases de plástico. Casi puedo visualizar a los trabajadores de reciclaje cuando vacíen el contenedor y vean las dos putas botellas. Imagino sus miradas reprobadoras, sus miradas de "quién habrá sido el hijoputa que ha tirado esto al contenedor de plásticos?"

Por qué, señor, por qué? Por qué no tuve un poco más de cuidado, por qué no me fijé mejor en el contenedor? Qué trabajo me costaba asegurarme antes de sacar las botellas de la bolsa y arrojarlas alegremente? En qué fatídico momento se me cayó el bote de cristal al suelo y se hizo añicos y ya todo se precipitó? Cómo pude haberlo evitado?  Se me viene a la cabeza la famosa sección del Pronto "¿Qué hubiera sido de mi vida si...?" Si no hubiera bajado con la puta caja del tronco de chocolate debajo del brazo intentando mantenerla cerrada para no mancharme! Si no me hubiera traído el paraguas; total, si casi no llovía! Si hubiera sujetado mejor la bolsa de papel y no se hubiera caído el puto bote!

Hay momentos en la vida totalmente decisivos, instantes en los que un determinado gesto puede desencadenar una tragedia. El famoso aleteo de una mariposa en un lugar del mundo que provoca un tsunami en las antípodas. Intento encontrar ese factor desencadenante de lo sucedido. Qué pasó? Dónde me equivoqué?

Mi paseo diario para que la Bimba haga sus cosas se convierte así en un tortuoso acto de contrición. 20 minutos de machaque mental, de dolor por mi pecado ecológico, de profundo arrepentimiento, de penitencia. Encima la perra se resiste a cagar. Hijaputa, sólo faltaba que te hubiera traído para nada! Con la que has liado!

Por fin la veo pararse, pegar sus cuatro vueltas de rigor y agacharse para evacuar. Cojo un klinex, recojo cuidadosamente los zurullos y me acerco a otros contenedores. Procuro fijarme muy bien antes de arrojar el fruto de su vientre, no sea que me vuelva a equivocar, lo tire donde no es y ya sí que no conseguiré pegar ojo en toda la noche. Respiro aliviada cuando compruebo que efectivamente la caca de mi perra ha ido a parar al contenedor orgánico, junto con un montón más de porquerías por el estilo. Donde debe estar. No como las dos putas botellas.

No, Inma, déjalo ya, deja de torturarte, sólo han sido dos botellines. Y ni siquiera eran tercios; eran quintos, eran pequeñitos. Cuánto vidrio puede haber ahí? Tanto mal no ha podido hacer al medio ambiente. Sólo espero, ay Dioooooos, que los operarios no se corten al no esperarse tan peligroso material en ese contenedor amarillo, aparentemente lleno de envases inofensivos.

Después de mucho meditar, decido perdonarme a mí misma. Mi propósito de enmienda es sincero. Lo siento mucho, no volverá a ocurrir. No volveré a cometer un error tan garrafal. Miraré cuidadosamente cada contenedor antes de dejar caer en su interior mi basura. Lo prometo, Sadeco, palabrita.

Respiro hondo.  El ataque de ecoansiedad ha remitido.

Vamos a casa, Bimba.

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