sábado, 3 de febrero de 2018

Puigdemoníaca perdía

Pues sí, amigos, reconozco sin rubor (bueno, con un poquillo sí, la verdad) que estoy superenganchada al culebrón puigdemoníaco.

No lo puedo remediar. Ya sé que el asunto catalán, esa pasión de catalanes que nunca he entendido muy bien, es bastante pesado y jartible. Pero desde que se ha centrado argumentalmente en la huída-exilio de Carles yo estoy encantadísima. Me gusta, me engancha, me encocora, me trajina.

Desde el primer día me encantó Puigdemont por su peinado imposible. Alguien que se peina así no puede defraudar nunca en una intriga política. Y toda la historia del President a la fuga, saliendo clandestinamente del país, refugiándose en Bruselas y paseando plañideramente su pena y su indignación por la capital belga al ritmo de mejillones y de chinchines de cerveza belga... todo eso me parecía insuperable a nivel literario.

Pero no, qué va, aún se podía superar. A las pruebas me remito. Ya el último episodio ha sido... la hostia no, la rehosssssstia.

Nada más y nada menos que... WATERLOO!!!!!!

Joder, qué otro lugar más emblemático y con más glamour podía haber elegido nuestro Puchi como refugio?

Waterloo, la ciudad en la que el mismísimo Napoleón fue derrotado para siempre. El final de un gran imperio!!

Waterloo, la canción con la que Abba, el grupo popero más grande de la historia, ganó el festival de Eurovisión!!

Ni yo misma, que soy imaginativa y peliculera a más no poder, hubiera sido capaz de inventar en la vida un final mejor para una historia tan apasionante como la puigdemoníaca.

Carles escribiendo, tal vez un pelín pasadillo de copas (ayyyyyy, los vapores etílicos y el wasap, qué mezcla más peligrosa!), a su amigo Comín frases apocalípticas como: "Esto ha terminado, todos me han traicionado, a partir de ahora me dedicaré a luchar por mi honor y por mi vida ".

Desde la mismísima Waterlooooooooo. Cielooooooos!!!!!! Quién da más?

WATERLOOOOOO, NANANANANANNANANANAAAAAAAAA
WATERLOOOOOO, NANANANANANANAAAAAAAAAAAAAA
WOWOWOWOOOOOO WATERLOOOOOOOOOOOOOOOOOOO
NANANANANANAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA

Qué pasada de canción, por favor! Era cuando todavía ganaban Eurovisión canciones inolvidables que pasaban a la posteridad y que eran coreadas por cientos de miles de personas.

Si yo fuera Puchi no dejaría pasar este momento para acabar por todo lo alto con esta historia de amor, odio e intriga. Ya sé que Carles es de los que gusta de estirar el guión al máximo, pero es que... por mucho que se lo curre, dudo que encuentre un final mejor. No hay lugar en el mundo más romántico y definitivo para un bello canto de cisne que Waterloo.

Por favor, Puchi, desde aquí te lo pido, como fan incondicional puigdemoníaca que soy:  pase lo que pase no salgas de Waterloo. Que el final, sea el que sea y cuando sea, te pille allí. En ese pedazo casoplón maravilloso de 600 metros cuadrados diseñado especialmente para historias inolvidables. Como la Tara de "Lo que el viento se llevó".

Hasta para morir o para triunfar hay que saber elegir el lugar y el momento. Y rendirte en Waterloo te hará pasar a la historia como un gran personaje. No es igual que terminar en Bruselas comiendo mejillones a punta pala.

Primero el gran Napoleón, luego Abba, ahora Carles... qué ciudad, madre mía! Un nombre que nació para pasar a la posteridad.

Lo siento amigos, no lo puedo remediar:

WATERLOOOOOO, NANANANANANNANANANAAAAAAAAA
WATERLOOOOOO, NANANANANANANAAAAAAAAAAAAAA
WOWOWOWOOOOOO WATERLOOOOOOOOOOOOOOOOOOO
NANANANANANAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA

Ay que me vuelvo to loca.

Carles, qué grande eres!

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