viernes, 29 de noviembre de 2024

El asunto de Errejón me carcome mogollón

La verdad es que hace tiempo que venía pensando en escribir sobre este asunto, aunque me daba un poco de pereza. Pero ha sido tal la virulencia con la que tanta gente se ha cebado con el pobre Errejón, haciendo leña del árbol caído, que siento la necesidad de escribir este post en su defensa. Por más que hasta cierto punto considero un acto de justicia poética que un tipo que no ha tenido piedad a la hora de acusar a otros hombres sin ninguna prueba, a veces por una mera denuncia anónima; un hombre que tanto ha defendido ese demencial "hermana, yo sí te creo"  saltándose a la torera la presunción de inocencia de un montón de tipos antes que él, ahora esté sufriendo en sus propias carnes las consecuencias de su intransigencia. Joder, que escuchas sus declaraciones cuando el beso de Rubiales y parecía que el calvo fuera una especie de peligroso asesino en serie que mereciera no salir de la cárcel en toda su vida.

Imagino la disonancia cognitiva que ha tenido que padecer todos estos años mientras decía, y estoy segura de que creyéndolo a pies juntillas, que un beso no consentido es una agresión equivalente a una violación mientras que él iba por la vida babeando encima de las chicas, supongo que totalmente convencido de que ellas estaban encantadas. Porque además se ha hecho público que tenía un problema de adicciones y todos sabemos que el alcohol y determinadas sustancias hacen que las personas distorsionen totalmente la realidad. Es fácil creerse el Grey de las 50 sombras cuando vas totalmente puesto y encima las tías te hacen ojitos porque eres famosete y pareces majo.

No sé cómo terminará todo esto judicialmente, aunque veo muy difícil que sea condenado un tío que  cuando una chica le dice "Oye, Íñigo, recuerda que solo sí es sí", deja de sobar a la muchacha y contesta "Es verdad, esto me vendrá bien para próximas relaciones". Dudo que ningún juez condene a alguien cuando la propia denunciante afirma que no la obligó a hacer nada y que al llamarle ella la atención sobre lo incómoda que se sentía él no la coaccionó lo más mínimo para mantener relaciones. Al revés, por lo visto ella se fue sin problema ninguno porque él dejó de estar mínimamente interesado, una vez tuvo claro que no iba a mojar. 

También estoy convencida de que esta chica no se inventa nada, que cuenta las cosas como las ha vivido. El problema es que se haya llegado a esta situación lamentable, en la que un encuentro, una cita que no sale como tú quieres, que termina en una gran decepción (como la propia denunciante comentó con sus amigas al día siguiente), que te deja con un sabor amargo porque la persona con la que habías quedado resulta ser torpe, bruta o insensible, digo que es tremendo que una cita insatisfactoria pueda ser tachada de agresión sexual, cuando nadie te ha coaccionado a hacer nada que no quisieras.

Hemos llegado a un punto en el que creo que ningún tío puede sentirse seguro, Debe de haber ahora mismo cientos de individuos, políticos, periodistas, intelectuales, etc., supercomprometidos con la causa feminista, intentando hacer memoria de alguna cita desgraciada, probablemente con unas cuantas copas de más y la percepción de la realidad seriamente distorsionada en la que se hubieran podido portar torpemente. Porque según los propios parámetros que ellos mismos defienden una cosa así podría calificarse a ojos de esta nueva forma de ver las cosas como una agresión sexual. No sé, haber deslizado distraídamente la mano hacia el culo de una chica mientras bailaban una canción lenta, o haber pegado la cebolleta más de la cuenta a la pareja de baile, en fin, cosillas así que seguro que les ha pasado alguna vez a casi todos los tíos, igual que nos han pasado a casi todas las tías. Cosas que antes no tenían la menor importancia, que quedaban en una mera anécdota con la que echabas unas risas con las amigas, ahora pueden terminar con un tío en la cárcel. O como mínimo pasando por un larguísimo calvario judicial, con el consiguiente gasto de dinero, energía y tiempo. Por no hablar del ostracismo social al que se puede ver sometido porque una denuncia por agresión sexual es una cosa socialmente muy reprobable.

Me puso bastante los pelos de punta la entrevista que le hizo Jordi Evole a Rita Maestre, expareja de Errejón. El periodista le preguntaba si había pensado estos días en cómo estaría Errejón, y ella, después de meditar unos segundos, supongo que tratando de elegir la respuesta que menos incomodara a sus votantes, dijo que no, que no le importaba lo que fuera de él, que ella estaba con las víctimas siempre. Vamos, tal que si hubiera descubierto que su exnovio era un peligroso violador y asesino en serie, en lugar de un tipo con serios problemas de alcohol y drogas que se ha portado como un gilipollas con las tías pero que no ha hecho un daño irreparable a nadie. O sea, que le importa un pimiento que mañana pueda aparecer ahorcado en su casa, cosa que tampoco sería de extrañar, dado que su vida entera, la política, la social y probablemente la personal, se ha ido al carajo por su mala cabeza.  Y la que fuera su pareja y luego su amiga y compañera de partido dice tranquilamente que no se ha parado ni un momento a pensar en cómo puede estar. Igual sus votantes le agradecen esta frialdad pero a mí solo me dice que antes preferiría tener como amiga a una serpiente que a la tía esta.

Me imagino que Errejón ahora mismo tiene que ser una persona completamente destrozada porque no solo ha echado a perder su vida sino que esa disonancia cognitiva de la que hablaba ha tenido que volverle tarumba. Pensar que hay tías que opinan de él que es uno de esos agresores sexuales a los que él ha atacado sin piedad. Recordar esa maldita hemeroteca, todas las cosas que ha dicho una y otra vez poniéndose intensito con el tema, blandiendo el dedo acusador contra tipos que ni siquiera habían sido juzgados, solo por una mera denuncia pública, aquellas palabras que todos hemos podido ver repetidas estos días: "no existen denuncias falsas, eso es un invento del fascismo". Joder, y tener que venir ahora a reconocer que él mismo es víctima de una de esas denuncias falsas que según él no existían más que en las mentes fascistas. Eso tiene que ser demoledor para una persona. Y todo esto en medio de un proceso de desintoxicación de sus adicciones. Si fuera amigo mío o alguien de mi familia yo estaría muy preocupada.

Esta es una sociedad muy asquerosita en la que igual se eleva a la gente a los altares que se la lapida sin compasión. Héroes caídos, convertidos en desechos sociales, juguetes rotos. Dejas de ser guay en menos que canta un gallo por cualquier cosa. En este caso una denuncia sobre unos hechos que en otros tiempos no habrían pasado de ser algo sin la menor importancia, perfectamente olvidable, lo justo para tachar a un tío de tu lista de teléfonos y no volver a acordarte de él jamás.

En fin, que me da pena este tío, pese a que él ha sido tan implacable con otros que pasaron por el mismo  despropósito antes. No soy una persona rencorosa ni me alegro nunca del mal ajeno. Bastante tiene con verse a sí mismo desde esa óptica tontuna de la que ha hecho gala, con repasar las gilipolleces que ha soltado en la hemeroteca y con el desprecio social que estará padeciendo no solo por parte de sus correligionarios sino también de los que ya de por sí lo despreciaban de antes. Aunque debo decir que son estos últimos los únicos que me he encontrado por las redes sacando un poco la cara por él, porque lo que son sus compañeros de partido, de ideas y de juergas han hecho todos como Maestre: escupir sobre su nombre, volverle la cara y renegar de su amistad.

No tengo muchos amigos, de hecho se pueden contar con los dedos de una mano, pero espero que si algún día cometo algún error o soy acusada de algún delito o de algo socialmente reprobable me den la oportunidad de explicarme por lo menos y no pasen de mí como de la mierda relegándome al ostracismo sin ni siquiera escucharme. Con esta clase de gentuza no quisiera ir ni a la puerta de la calle. Y por supuesto no los votaría nunca ni harta vino.

domingo, 24 de noviembre de 2024

Da mucha vergüenza ajena y a ratitos también pena

Oigo un audio que se ha hecho viral de Eduardo Madina en la SER, que viene a decir que no cree, que no quiere creer las acusaciones de Víctor de Aldama con respecto a miembros de su partido y del Gobierno. Pero que al mismo tiempo se acuerda perfectamente de cómo en su día creyó a pies juntillas las acusaciones de Bárcenas, del Bigotes y de otros delatores contra el PP. Y que se da cuenta de que tiene un problema, que eso de creer o no creer según sea la filiación de los acusados es un problema que tiene él como miembro de su partido y toda la gente a la que le pasa igual que a él. Que, desde aquí lo digo por lo que veo ahí fuera, es mucha, demasiada.

Observo con bastante vergüenza ajena y cantidades industriales de bochorno defender lo indefendible del bando propio a políticos y periodistas afines. Hace mucho tiempo que dejé de escuchar la SER o de leer El País o de ver en la tele según qué programas. Gente como Ângels Barceló, Ferreras o Silvia Intxaurrondo hacen el mismo papel con el actual Gobierno que el que en su día hicieron mamporreros como Ernesto Sáenz de Buruaga, Paco Marhuenda o Carlos Herrera cuando gobernaba el PP. La manera que tienen unos y otros de acusar constantemente al enemigo y de proteger y lamer el culo al poder cuando lo detentan los suyos da muchísimo asco.

Mención aparte merece el amigo Jiménez Losantos, que ese igual les da a unos y a otros, siempre y cuando no sea su Isabel Ayuso, de la que está perdidamente enamorado y respecto a la que no admite disidencias. Por lo demás le he oído despotricar como una fiera contra Mariano Rajoy, Soraya, Abascal, Casado y ahora Feijoo,  igual que despotrica de Sánchez, Rufián, Iglesias, Errejón o Yolanda Díaz. Obviamente sus simpatías políticas no las oculta y las sabemos todos, pero es capaz de ver perfectamente pajas y vigas por igual, siempre que no sean las de su amada Ayuso, claro. Es su debilidad, pero al menos, por muy pepero que sea, si tiene que dedicar un programa entero a poner a parir a Feijoó, a Mazón o a Cuca Gamarra les arrea estopa como el que más, como si le fuera la vida en ello. 

Decía que veo a gente que se autodefine como periodista mirar para otro lado cuando las sospechas recaen sobre los suyos y me sonrojo sin entender que ellos mismos no se sonrojen también, tal es el descaro.  Pero de ellos, como de los propios políticos, casi se podría esperar porque no dejan de ser mercenarios, estómagos agradecidos que ganan un pastizal por hacerlo, pastizal que jamás ganarían si se rebelaran contra la mano que les da de comer. Pero ver al ciudadano común y corriente hacer exactamente lo mismo, ver minúsculas pajitas en el ojo ajeno e ignorar vigas como camiones en el propio, eso me indigna todavía más y me da mucho más asco. Justificar ominosamente las corruptelas del partido afín mientras clamas completamente indignado por las del partido enemigo, seamos claros, progres contra fachas y viceversa, da de verdad mucha fatiguita.

Y lo veo constantemente. Hay incluso amigos que no pueden hablar de política, y familias peleadas por toda esta mierda. Si unos y otros se vieran desde fuera, si vieran lo ridículos y patéticos que resultan cuando van a saco contra los contrarios mientras agachan obedientemente la cabeza o directamente desmienten las sospechas de corrupción o las atribuyen a bulos, a campañas del enemigo,  a máquinas del fango que funcionan incansables, sin plantearse ni mínimamente que pueda haber algo de verdad, si se vieran desde fuera, digo, probablemente se morirían de vergüenza, y no precisamente ajena.

A muchos os sonará el número 7.291. Son los ancianos que murieron en las residencias madrileñas durante la pandemia de Covid. Es la cifra fetiche de la izquierda, y no solo de la madrileña. Hay quien se la ha tatuado y todo, y otros se la han grabado en camisetas, gorras y sudaderas, en tazas y monederos, la cifra que blanden constantemente para acusar de asesina a Isabel Ayuso. Me parece encomiable esa preocupación. Pero me gustaría preguntarles a todas esas personas si les preocupan algo los ancianos que murieron en las residencias del resto de España. Fueron 34.683 en todo el país. En Cataluña, por ejemplo, murieron más de 9.000 ancianos en residencias, cerca de un tercio del total.  En Aragón y en Castilla León murieron en residencias más del 87% del total de fallecidos. En Madrid fue el 45%.  Dato mata relato, eso dicen, no? Pues estos datos no han matado el relato de algunos que siguen erre que erre paseando esa estremecedora cifra madrileña por todas partes en plan acusatorio. Yo les preguntaría si los ancianos muertos en el resto de España no merecen figurar en una cifra también, o si son muertos de tercera categoría, al no podérseles adjudicar a Ayuso.

En fin, todo esto como digo da mucha vergüenza.  Por eso al oír las palabras de Madina con respecto a la corrupción y a ese "problemilla" que tiene él y que comparte con tantos españoles, esas varas de medir según las cosas ocurran en un bando o en el otro, me decidí a escribir este post. Porque es demasiada la gente que tiene ese problemilla, demasiada la gente que ha deshumanizado, demonizado y condenado categóricamente al contrario mientras hace de tripas corazón cuando las cosas tocan en su lado de la cama. Demasiado fanático suelto que por supuesto solo ve el fanatismo ajeno.

Y nada, que cada cual se mire a sí mismo con toda la honestidad de la que sea capaz y analice hasta dónde le toca o no ese sesgo para mirar la realidad política, la corrupción o los pecadillos de los distintos gobiernos. Pero eso, con honestidad, por favor. Aunque pueda ser sonrojante la conclusión.