jueves, 14 de abril de 2016

El consultorio

Como ya sabéis muchos, soy asidua lectora y acérrima defensora del Pronto, para mí sin duda la revista con la mejor relación precio-calidad que hay en el mercado. En el Pronto hay de todo: cotilleos, sección de belleza, salud, testimonios, educación, psicología, moda, cocina, pasatiempos, curiosidades, reportajes de actualidad… en fin, que por un euro te puedes tirar dos días enteros empapándote de toda clase de cosas, muchas de ellas la mar de interesantes e instructivas.

Bueno, pues en el Pronto hay una sección sobre educación con consultorio incluido que llevan a dúo un psicólogo infantil y el tío aquel que presentaba el programa de adolescentes horripilantes “Hermano mayor”. Ya sabéis, esos que moñeaban a sus madres y a sus abuelas y las ponían de putas parriba y luego el hermano mayor llegaba y en un par de semanas los convertía en muchachos y muchachas de pro, amantes de los animales, limpios, ordenados, educadísimos y bellísimas personas.

Pues resulta que en el último consultorio pregunta una señora que dice tener a su hija en un colegio religioso, a pesar de que ellos no son católicos practicantes; la tienen en ese centro por la calidad de la enseñanza. En fin, dejemos aparte la incoherencia personal que refleja esta actitud, para mí tan incomprensible como si metes a tu hijo en una escuela musulmana si no eres musulmán, solo porque de ella han salido unas cuantas lumbreras de fama mundial. Nunca he entendido a la gente que hace este tipo de cosas, saltándose a la torera sus valores y sus ideas, en lugar de luchar e implicarse personalmente por que la escuela pública, laica y sin más ideario que el del respeto a los valores de todos, sea la de mejor calidad.

Pues el caso es que a la niña de la señora esta de incoherencia manifiesta le ha dado por querer hacer la comunión, como no podía ser de otra manera si la metes en un colegio religioso en el que se pasan media vida adoctrinando a los niños para ese tipo de cosas. Y la señora decía que su marido y ella no querían, y por eso ella había propuesto organizarle una fiesta a la chiquilla para sustituir la celebración de la comunión, cosa a la que el marido se negaba. Y pedía su opinión a los dos expertos.

Normalmente suelo estar bastante de acuerdo con los consejos que dan el hermano mayor y el socio, aunque a veces son un poco flower power y me pregunto en qué mundo vivirán de lo estupendos que se ponen. Pero en este caso no estoy de acuerdo para nada. Vienen a decirle a la señora que de fiesta para la niña nada de nada; que la niña tiene que entender que ella no practica la religión católica y que por tanto hacer una celebración relacionada con la práctica de ese culto es una gilipollez. Que si le hacen la fiesta sustitutiva la niña no captará la esencia de la fiesta y además desarrollará intolerancia a la frustración y no sé cuántos pegos más.

Pos no, amigos, protesto enérgicamente. La fiesta de la comunión hace mil años que dejó de tener ningún significado religioso para los niños, justo desde el momento en el que se convirtió en una especie de boda de adultos en miniatura que reciben unos regalazos que en nada tienen que envidiar a los de unos novios medianamente situados. No creo que haya un solo niño en el mundo al que le interese un pimiento lo de la hostia y el cuerpo de Cristo y todas esas chorradas; simplemente es una excusa para hacer una supercelebración en la que ellos serán los absolutos protagonistas, por la que sus padres intentarán competir en lujerío y gastos con las celebraciones de otros familiares y amigos, y por la que recibirán un montón de presentes que también entrarán en competición con los de otras comuniones de conocidos. Es decir, es un evento social como otro cualquiera que usa la religión como coartada pero que en realidad no tiene nada que ver con ella.

Si tú le dijeras a uno de esos niños que tomará la hostia y luego se irán a casa a hacer los deberes como cualquier otro día, sin más regalos ni más nada, el niño tendría la misma ilusión que si le dijeras de tirarse por un barranco y abrirse la cabeza. Puede incluso que esto último le hiciera más chiste. Y si le dices a una niña que en lugar del trajecito de princesa va a hacer la comunión con su ropa de colegio te dice que tururú y que va a tomarse la hostia tu tía.

Por tanto, una vez asumido que la comunión no es un evento religioso, salvo en su apariencia más superficial, y que lo que es realmente es un acto social en el que se muestra el poderío económico y relacional, aunque los padres tengan que empeñarse estúpidamente hasta las cejas para sacar músculo social… esa madre hace de puta madre montándole su propia fiestuqui a su pequeña inventándose para ello la excusa que mejor le parezca.

Yo misma lo hice así con mi hija cuando cumplió la edad señalada y se empeñó en vestirse de princesa. Lo primero que le expliqué es que la primera comunión se trataba de un acto religioso y que si ella quería lo haríamos, pero sin celebraciones familiares de ningún tipo y sin vestimentas especiales, de trapillo, porque para recibir a Dios no hacía falta vestirse de gala ni montar tanta parafernalia. Naturalmente se horrorizó y dijo que nanay de la China, que a ella del asunto lo único que le interesaba era la fiesta, el vestido y los regalos. Una vez clarificado qué era lo que quería, con las cartas sobre la mesa, acepté hacerle una fiesta y comprarle un bonito vestido e invitar a nuestra familia más cercana a una comida siempre y cuando el acto no lo relacionásemos de ninguna manera con lo religioso, puesto que no tenía nada que ver.

Y así fue como celebramos la no-comunión de Julia, con unos cuantos amigos y familiares, en un bonito día de primavera, y lo pasamos genial, eso sí, sin gastarnos el absurdo dineral que para estos menesteres se suele gastar la gente en sus afanes competitivos. Como nosotros no competíamos con nadie porque nuestra celebración era única, personal e intransferible, hicimos una modesta celebración, no nos gastamos lo que no teníamos ni nos empeñamos durante dos años para poder costearnos la fiesta ni la cosa nos supuso el menor quebradero de cabeza.

Cuando les tocó el turno a los niños, ninguno de ellos dio muestras de tener el menor interés en el tema. Claro, a ellos vestirse de principito no les hacía ilusión, más bien al revés, se choteaban bastante de los trajecitos tan ridículos que sus amigos estaban obligados a ponerse para el acto y se alegraban de no tener que pasar ellos por el trance. Lo de los regalos les jodía un poco más pero tampoco dieron la coña con eso. Creo que el horror hacia los trajecitos de marinero los tenía curados de cualquier otra ambición.

Ni que decir tiene que siempre hemos celebrado también los nacimientos de los niños. O los no-bautizos, como los llamábamos, más que nada por espíritu de provocación anticlerical. Personalmente nunca he entendido que la gente celebre algo tan gilipollesco como echarle a un niño agua por la cabeza y que no celebre en cambio lo realmente importante, que es la venida al mundo de ese niño. Pero bueno, ya sabéis que a mí lo absurdo de la realidad me sobrepasa casi siempre y que no consigo entender en absoluto por qué leyes tan sinsentido se rige el mundo.

Así que, contrariamente al consejo que el hermano mayor y su colega le dan en el Pronto a la tía capulla que lleva a su hija a un colegio religioso no siendo ella católica, yo recomiendo a todo el mundo que haga sus propias fiestecitas cuando le apetezca sin necesidad de tener que recurrir a una coartada religiosa que en realidad no es más que eso, una excusa que a nadie le importa un pimiento. O me vais a decir también que la gente que se casa por la iglesia lo hace porque siente la necesidad de recibir la bendición divina?

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