miércoles, 23 de septiembre de 2015

Pitufa Gruñona

Este finde estuve leyendo el último artículo de Javier Marías para El País Semanal, en el que relata algunas anecdotillas de sus vacaciones de verano. Marías, que cada día está más Pitufo Gruñón, lo ha pasado fatal el pobre en todos los lugares que ha visitado. Al tío le molesta que la gente salga a comer fuera y llene los restaurantes; le molesta esa estúpida afición de los españoles por la gastronomía, qué coñazo; le molesta que las familias vayan juntas en plan gregario a comer, con lo bien que se come solo o como mucho en pareja; le molesta que los tíos lleven chanclas y pantalones bermudas, que no son precisamente favorecedores (ahí tengo que reconocer que comparto al cien por cien su desagrado), le molesta la falta de educación y de respeto y los malos modales que imperan entre las masas (también comparto este desagrado suyo, qué le vamos a hacer)… En fin, que la criatura sufre, que lo pasa fatal y que habría hecho mucho mejor en quedarse en su casita, que es lo que hago yo y lo paso bastante mejor los veranos.

Por si tenéis interés en enteraros de las múltiples fobias veraniegas de Marías os paso el enlace:


Bueno, el caso es que la lectura de este artículo me dio por pensar en mis propias fobias, que tampoco se quedan cortas. Yo también, como Marías, me voy  volviendo cada vez más Pitufa Gruñona, y me paso los días rajando por lo bajinis de un montón de cosas.

Sin ir más lejos y a modo de ejemplo, esta mañana desde que salí de mi casa hasta que llegué a mi puesto de trabajo, una de mis principales zonas de confort donde me siento completamente a salvo (bueno, casi) me pasé prácticamente todo el trayecto despotricando del mundo en general y de varias personas en particular con las que me crucé en el camino.

Ya de por sí me molesta que haya otras personas en el mundo, de hecho. Sí, soy una auténtica misántropa y me gustaría, como a Manuel Fraga, que la calle fuera mía y solo mía. Que exista otra gente pretendiendo ocupar mi espacio, que es todo el espacio por donde tengo que pasar, ya me pone de mal humor, así que haceros una idea del resto.

La cosa empieza cuando bajo con mi bici por las escaleras y resulta que algún vecino ha salido pocos segundos antes que yo de su casa y ha encendido la luz del portal. Eso me jode como no os podéis imaginar. Y empiezo mi monólogo interior: “Hijoputa, es que no tenías otra hora para salir? Tienes que salir cinco segundos antes que yo y joderme? Ahora iré con la bici cargando y se apagará la luz en mitad de las escaleras y tropezaré y me caeré con la bici encima y me romperé una pierna o directamente me mataré, todo por tu culpa, cabronazo”. Todo eso me digo y aún más. La cuestión es que tengo medido exactamente lo que tarda en apagarse la luz y dura justo lo que yo tardo en bajar de mi casa hasta la calle. Si alguien la ha encendido cinco segundos antes, o se me apaga a la mitad del trayecto o tengo que esperarme a que se vuelva a apagar para volverla a encender. Entendéis mi drama?

Bueno, por fin salgo del portal, y llego a la calle. Siguiente obstáculo en mi vida: la Butipán la Inmaculada, donde se concentra para desayunar desde las siete de la mañana toda la Policía Municipal de Córdoba. No sé por qué coño tienen que ir ahí y no a otro sitio, por qué mierda desayunan justamente en la puerta de mi casa. Es que no hay sitios en la ciudad? No, parece que solo existe la Butipán para ellos. Llenan la calle con sus coches y sus motos, y aunque es verdad que la mayoría están buenos que te cagas, yo a esas horas no estoy para mirar tíos buenos ni para nada. Imposible tirar en dirección prohibida por la calle, que es lo que yo haría si no estuvieran, porque te cruzas con alguno de ellos fijo. Es horrible. Una vez iba yo tan tranquila y como me vinieron dos motos de frente tuve que subirme a la acera de sopetón y me pegué una hostia que pa qué, se me cayó todo lo de la cesta, me destrocé la rodilla y encima vinieron a levantarme y a preguntarme si estaba bien. Cómo voy a estar bien, majadero, si me acabo de pegar un trompazo de la hostia por tu culpa?

Por fin salgo de mi calle y recorro la ciudad a toda velocidad, por fortuna encontrándome con muy poca gente porque a esas horas, bendito sea el Señor, no salen ni los grajos. Pero hete aquí que veo a lo lejos una rampa difícil que tengo que subir todos los días. Es estrecha y solo cabe uno, o peatón o bici. Justo al lado hay unas escaleras, obviamente para los peatones, pero ninguno sube por ella porque todos prefieren la rampa. Bien, yo veo mi rampa a lo lejos y me dispongo a acelerar para subirla cuando de repente veo que un peatón se acerca también y que vamos a coincidir espaciotemporalmente. Mecagoenlaputa! O reduzco y voy pisando huevos esperando a que suba o acelero y lo adelanto, aunque es muy probable que no llegue. “Peatón, mamonazo, es que no puedes subir por los escalones de al lado? Pos no ves que yo no puedo, desaprensivo, que voy sobre ruedas? O mejor aún, por qué has tenido que salir a estas horas, por qué no te has quedado tan ricamente en tu casita y has tenido que venir a incordiarme a mí y a joderme la rampa? Es que no me dejáis vivir, hosssstia!”

El caso es que sorteo este nuevo obstáculo, normalmente por la vía de reducir y esperar a que pase el dichoso peatón inoportuno y subir yo la rampa después con el consiguiente esfuerzo que supone subir una cuesta en la bici sin haber cogido carrerilla. Y por fin llego a la estación, otra zona de confort, claro, si consigo bajar las escaleras mecánicas y recorrer el andén hasta el vagón último sin que nadie me mire ni me hable ni se me acerque a menos de 15 metros. Cuando finalmente llego a mi vagón subo y… oh, cielosssss! No es que vengan los dos strangers de los que ya os hablé en otro artículo hace tiempo; es que se suben justo detrás de mí una patulea de 5 ruidosos adolescentes con una jarana que pa qué. El ruido es atronador y mi espanto mayúsculo. Iba a sentarme en un asiento pero cuando veo que ellos se van a sentar en el inmediatamente posterior me voy al fondo del vagón, lo más lejos posible, y allí me refugio o intento refugiarme. Se ponen a gritar como si les fuera la vida en ello, yo casi a punto de echarme a llorar, maldiciendo al mundo y a mi mala suerte. “Por qué, hijos de mala madre, por qué venís hasta este vagón que está a tomar por culo para inflaros de chillar y para enturbiar mi paz? No veis que éste es un vagón para personas silenciosas, tranquilas, pacíficas, calmas, incluso para personas muertas?”

En un momento dado, con gran alivio por mi parte, compruebo que se callan todos unos segundos y por fin consigo respirar. Pero entonces una de ellas, la de voz más aguda y ensordecedora, grita: “QUÉ CALLAÍTOS OS HABÉIS QUEDADOOOOO, NOOOOOO? QUÉ PASA, QUE ESTAIS MUERTOS DE SUEÑO O QUÉEEEEEE?

Hosssstia, hijadeputa, la que debería de morirse ahora mismo eres tú, mamona! Cómo puedes pegar esas voces a las siete de la mañana, insensata? Es que me quieres matar? “Por favor, señor, por favor, que esa tía se evapore, que se esfume, que no exista, que sea solo una alucinación, una mala pasada de mi mente, que abra los ojos y no esté, por favor, por favor”.

Por fin el tren arranca y con el suave soniquete de la marcha dejo de oír a mi espantosa vecina de vagón y a sus amigos. Me dejo adormecer por el chacachá del tren y casi descanso en paz. Al terminar el trayecto dejo que se bajen mis indeseados acompañantes y disfruto de esos momentos de paz que ellos me habían impedido gozar antes. Cuando me bajo ya ha desaparecido todo el mundo del andén. Qué delicia, qué placer más grande, casi se me eriza el vello del gustito. Silencio!!!! No se oye nada, no hay gente, estoy sola en el mundo, el tren es mío, el andén es mío, la calle es mía. Un día más lo conseguí!!!!!!

Ufffff, qué duro es vivir! Ay, Javier, cómo te entiendo!

12 comentarios:

  1. Suerte que tienes de ir en un tren en el que tienes asiento, te montas uno en Madrid a las 7 de la mañana y como no sea principio de línea o suelo o nada. Naturalmente yo escojo la primera opción. De lo que se entiende por la existencia de unos niveles de ininterrrumpida contaminación acústica es mejor no hablar, pues ya tan solo la marcha del tren ya emite unas cantidades de ruido considerables.

    Hacia el mediodía lo natural sería pensar que debido a la reducción del flujo de viajeros, el viaje es más cómodo o llevadero, pero nada más lejos, pues el espacio que dejan libre el tropel de viajeros mañaneros es sustituído por una constante sucesión de lamentos de indigentes pidiendo una moneda.

    Incluso si tienes la fortuna de tener asiento y un relativo ambiente de tranquilidad, tienes que estar todo el viaje mirando los cuatro caretos que tienes enfrente, ya que los asientos están dispuestos de manera directamente enfrentada en distribución paralela a la salida. Y que haya gente que después de eso se atreva a seguir diciendo que el Metro de Madrid es de los mejores del mundo.

    Bueno, tratemos de verle alguna ventaja al asunto, al menos yo no voy con bici.

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  2. Pero qué dices, chaval? La bici es lo único que merece la pena en todo esto. El rato que vas en la bici, libre como el viento, sintiendo el idem en la cara y pensando que eres la reina del mundo... compensa por todo lo demás. Por el capullo que encendió la luz antes de tiempo, por los municipales que no te dejan ir en dirección prohibida, por el peatón que te jodió la rampa, por los niñatos chillones del tren, y por todos y cada uno de los gilipollas que hacen que tus días no sean todo lo gloriosos que podrían ser si en el mundo no hubiera nadie más que tú y no hubiera tantísima gente de más.

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    1. Por cierto, el panorama dantesco que pintas sobre el metro de Madrid ha hecho que se me pongan los pelos como escarpias. Si yo viviera en Madrid seguramente ya estaría muerta, si no de muerte natural probablemente me habría suicidado.

      De hecho nunca me he explicado cómo puede la gente vivir en las grandes ciudades y algunos incluso ser felices. Me parece una aberración.

      No te molestes por lo que te voy a decir pero creo que la gente que consigue ser feliz en un sitio tan horrible tiene que estar bastante tarada.

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  3. Yo es que si fuera en bici a las 7 de la mañana, me estamparía fijo. Por una parte sí, añoro muchas veces un ambiente más retirado y que esté en un mayor contacto con la naturaleza y en el que hubiera más paz, pero es que aquí... hay más cosas.

    Bueno, este mes va a ser el primero en el que vaya a cobrar más de 350 euros al mes, concretamente en torno a mil y pico, si ya con eso no consigo alcanzar un estátus de felicidad propio de un individuo de mi edad con algo de suelto en la cartera los fines de semana noche, yo ya lo doy por misión imposible.

    Aunque pensándolo mejor, nunca me he sentido infeliz, incluso cuando peor lo he pasado. Soy uno de esos, de los que se siente optimista aún cuando el médico le dice que le queda una semana de vida. Lo cual confirma tu acertada hipótesis, cuerdo del todo no deberé de estar.

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  4. Madre mía, un feliz vocacional! Pero con qué clase de gentuza me estoy yo juntando últimamente?

    En fin, al menos espero que no se me pegue nada. Sería horrible.

    Por lo menos dime que no andas por la vida con esa sonrisa bobalicona con la que van la mayoría de los felices vocacionales. Por favoooor!

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  5. Depende del momento en el que me pilles, como todo. jajajaja

    Puedo estar relatando apasionadamente distendidas peroratas sobre una película, sin saber conocer fin, con un semblante serio, pero a los cinco minutos voy con mis amigos por la calle riéndonos de cualquier chorrada, cualquiera se nos cruza y se pensará que seguro que yo soy el más tonto del grupo. Pero me importa poco y cada vez menos, la verdad. Trato de ser natural en todo momento, siendo como soy.

    ¿Pero acaso ves algo de malo en ser feliz 'por vocación', como dices tú?

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  6. Aquí entre tú y yo, pero que no se entere nadie: yo soy una feliz vocacional disfrazada de Pitufa Gruñona.

    Y puedo dar verdadero asquito cuando me pongo a hablar de mis"momentos de felicidad". Te paso un ejemplo:

    http://arfondoalaizquierda.blogspot.com.es/2013/05/la-felicidad.html

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  7. Aunque oye, también tengo mi catálogo de cosas abominables, para compensar:

    http://arfondoalaizquierda.blogspot.com.es/2013/05/catalogo-de-las-cosas-mas-abominables.html

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  8. Yo soñaba despierto, cuando adolescente, que todo el mundo, por arte de magia, se quedaba petrificado. Eso me permitía hacer lo que yo quería sin ningún tipo de interferencias. Ahora voy, como tú, maldiciendo entre dientes.

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  9. Creo que en realidad somos muchos Pitufos Gruñones, aunque pocos confesos.

    En todo caso bienvenido al club.

    Yo fantaseo mucho con la idea de que alguna vez se inventará alguna fórmula para que podamos estar solos en el mundo y que solo aparezca gente cuando queramos relacionarnos voluntariamente. Hay que ver con la de cosas que se inventan, que todavía no se le haya ocurrido esto a nadie.

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  10. << yo soy una feliz vocacional disfrazada de Pitufa Gruñona. >>

    Si de veras eres una feliz vocacional, ¿con qué fin te disfrazas de 'Pitufa Gruñona'?

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    1. Porque odio a los felices vocacionales como yo. Me parecen asquerosos.

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