viernes, 18 de julio de 2014

En brazos del hombre casado

Me cuenta una conocida, bastante jovencita, que está liada con un tío casado. Me lo dice así como avergonzadilla, como "sé que esto no está bonito, pero es que tengo que contárselo a alguien y tú tienes cara de ser comprensiva".

Yo, que efectivamente soy supercomprensiva,  le contesto que qué pasa, que todo el mundo se ha liado alguna vez con un tío casado, que es lo más normal del mundo y que el problema no lo tiene ella, sino él. La muchacha, claro, se siente aliviadísima, y dedica un buen rato a pormenorizar detalles de esta relación tan apasionante para ella.

Me cuenta que la trata como una reina, como hace tiempo que ningún niñato con los que se suele acostar la trataba; me repite arrobada palabra por palabra las cosas que él le dice cuando están juntos, y ya en un acceso de exhibicionismo emocional muy frecuente en estos tiempos decadentes que corren, me enseña los guasaps que le manda el pollo, en los que efectivamente hace un alarde de horterismo sexual a lo "50 sombras de Grey" que tira patrás, pero que a ella, vaya por Dios, en su bendita ignorancia le flipa.

El sujeto en cuestión le escribe cosas tan inolvidables como "Me encantó la otra noche recorrer cada poro de tu piel" o "No dejo de pensar en la maravillosa tarde que pasamos juntos" o "Me encantaría recorrer de nuevo mis manos por todo tu cuerpo"... En fin, lo típico. Y las respuestas de ella, pues igual "Mmmmmmm", "Sigue, sigue, qué biennnn", "Ay que te como". Cosas de éstas que ruborizan bastante cuando una no está en el ajo y que lo único que consigues pensar ante ellas es "Dios mío, qué cantidad de chorradas es capaz de soltar la peña cuando le sube el calentón".

(Breve inciso, aunque importante: desde aquí os lo recomiendo a todos de modo totalmente desinteresado: por favor, no le enseñéis esas cosas nunca a la gente normal, que no esté abducida por ese tipo de pasiones que obnubilan la razón. Es que se pasa muchísima vergüenza ajena y una no sabe muy bien si reír, llorar, vomitar o directamente darle unas cuantas palmaditas en la espalda a la víctima y decirle "que dios te coja confesá, hijademivida".)

En fin, todo esto viene a que a raíz de esta charla intrascendente (al menos para mí, que ni me va ni me viene cómo termine la historia de esta muchacha, aunque dicho sea de paso, no le auguro un final feliz) de repente he pensado que nunca he hablado aquí de lo que pienso sobre estas cosas. O igual sí, no sé. Es lo mismo, si hace falta me repito, que hasta el del tiempo se repite todos los días del verano y nadie protesta.

El caso es que, como le dije a esta chica, yo creo que el amante ideal es sin duda un tío casado. Ese hombre está volcando en ti lo mejor de sí mismo; todo lo que ya no puede volcar en su casa, porque allí le conocen de sobra tal y como es cuando no es ese tipo estupendo que tú conoces. Él intenta ver reflejados en tus ojos la misma admiración y el mismo encantamiento que un día vio en los de su señora, antes de que se apoderara del mando a distancia de la tele, se convirtiera en ese ser vulgar que come, mea y caga como todo el mundo, y los niños no dejaran de dar gritos a todas horas y la única manera de mantener una conversación normal, casi siempre sobre Hacienda o el recibo de la luz, fuera a las 12 de la noche, que es cuando lo que a él le gustaría de verdad sería echar un buen cancanete.

Sí, ese hombre casado, que ha pasado para su señora de héroe a villano en cuestión de pocos años, de repente ve en ti esa mirada de admiración que un día vio en ella: oh, qué guapo eres, qué listo, qué cosas más chulas me dices, con qué finura me tratas, qué delicadeza, qué sensibilidad, qué pedazo de hombre eres. Ah, y qué ciega está tu mujer, que no es capaz de verlo.

En fin, como ya he dicho antes, un hombre casado es el mejor amante que cualquier mujer, tanto soltera como casada, se puede echar. Nunca jamás un soltero o separado te tratará mejor ni se mostrará más atento ni más enamorado ni te escribirá más chorradas por correo, por el móvil o por carta certificada. La comunicación es vital para el hombre casado porque es lo que mantiene la admiración incondicional en la amada. Si no hay regalo de oreja permanente... todo el trabajo se va al carajo.

Y una vez dicho esto, e incluso animando a todas las tías del mundo a que se echen un amante casado, y cuanto más casado mejor, añado: "nunca se te ocurra, pedazo de gilipollas, querer pasar de ser la otra a la una". Que ser la una no tiene la misma gracia, ni de lejos. Hazme caso. Que si tú pudieras ver por un agujerito al interfecto con su una actual, o contigo si alguna vez tuvieras la desgracia de ocupar el ansiado puesto, te digo yo a ti que se te caerían todos los palos del sombrajo y que se te pondrían los pelos como escarpias al leer esos mensajes picaruelos que ahora te manda el muchachote en cuanto la señora se va a la cama y suelta el primer ronquido.

Que lo del lío con señor casado mola mogollón mientras sea eso, lío. Que cuando ya se hace un relío y el señor se plantifica en tu casa, y a los pocos meses empieza a quedarse un ratito por las noches en el ordenador... nada, revisando correos atrasados, mirando la prensa, haciendo sudokus... di tú que ahí sí que tienes un problema. Nena, que el que nace lechón, muere cochino. Y ese marrón ya es tuyo pa ti solita, y no de la señora, que a esas alturas se ha quedado descansando y probablemente duerme superagusto a pierna suelta, una vez quitado el muerto de encima.

Oye, y que nadie se piense que este post es sexista o tiene un toque feminazi, que todo lo dicho lo mismo vale para líos con mujeres casadas. Solo que yo creo que los tíos son menos ingenuos para estas cosas, pero bueno, por si hay algún despistadillo por ahí, éste es mi sabio consejo: chaval, déjala en su casita y disfruta de ella en sus ratos de ocio, cuando esté fantástica y espitosa; no te dejes engañar, que esa maravillosa mujer casada que te tiene loco con esos conjuntitos de ropa interior negros de raso y encaje... si consigues convencerla para que deje al marido y se vaya a vivir contigo, verás lo que tarda en plantificarse pa dormir las bragas color carne de algodón, con la excusa de que las otras perjudican su Ph natural. No piques, capullín, que el tanga negro es sólo un anzuelo.

Pero qué coño, esto mismo ya lo contó Tolstói hace la tira de años. Porque a ver, cuánto tardó el sagaz Conde Vronsky en darse cuenta de que Anna Karénina, una vez separada, era una auténtica petarda? Si es que la gente no aprende, hossstia.

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